Mi preocupación
Las autoridades de los Ministerios de Educación y Cultura de nuestro País, así como la Iglesia, deberían tomar cartas en el asunto y encarar una rápida microfilmación de todos estos libros sacramentales y de todos aquellos documentos que aún no han sido respaldados.
Más aún, cuando en mis recorridas por los distintos Archivos Públicos, Parroquias, Iglesias, Catedrales, etc., pude constatar el estado en que se encuentran la mayoría de sus documentos, Libros Bautismales, Matrimoniales y de Defunciones, que justamente contienen nuestra historia, la de nuestros antepasados y la del país en su conjunto.
Tal vez no seamos conscientes de la verdadera magnitud de lo que este tipo de Archivos atesoran. Mantienen en silencio gran parte, por no decir toda la historia de nuestros antepasados, de su vida, de sus vicisitudes, y por qué no, parte de la historia del hombre en nuestra tierra.
Las autoridades de los Ministerios de Educación y Cultura de nuestro País, así como la Iglesia, deberían tomar cartas en el asunto y encarar una rápida microfilmación de todos estos libros sacramentales y de todos aquellos documentos que aún no han sido respaldados.
Más aún, cuando en mis recorridas por los distintos Archivos Públicos, Parroquias, Iglesias, Catedrales, etc., pude constatar el estado en que se encuentran la mayoría de sus documentos, Libros Bautismales, Matrimoniales y de Defunciones, que justamente contienen nuestra historia, la de nuestros antepasados y la del país en su conjunto.
Recuerdo cuando fui por primera vez a la Iglesia de San Juan Bautista de la ciudad de Santa Lucía (Canelones), en búsqueda de las partidas bautismales y matrimoniales de los primeros Urioste que llegaron y nacieron en estas tierras, me encontré con que el estado de conservación de esos libros, no era el más adecuado.. Páginas con los bordes deteriorados por la incorrecta manipulación de los mismos. Escrituras de las respectivas partidas en proceso de ilegibilidad, debido a la humedad reinante y un inadecuado archivo de los mismos.
Cuando le solicité al cura párroco, autorización para poder fotografiar (sin uso de flash ya que ese entones no existían los actuales celulares), las partidas que pude descubrir de mis primeros ancestros, el mismo me la denegó y con mucha angustia y desazón, procedí a retirarme, para volver nuevamente a la capital de Montevideo.
En ese momento, una colaboradora parroquial se acercó y me preguntó si podía volver en un par de horas y obviamente que asentí. Pasado ese tiempo, regresé a la parroquia y el cura párroco se había retirado, por lo que la mencionada colaboradora me proporcionó los libros de bautismos y matrimonios para que pudiera fotografía las partidas encontradas. Se podrán imaginar mi emoción y alegría, ya que tenía en mi poder todos los documentos que confirmaban y aclaraban el punto de partida de esta larga investigación.
No quiero ni imaginar ni saber cómo se encuentran hoy (20 años después) esos libros, esos documentos, esas historias. Por suerte existe una recopilación de las partidas de los libros de referencia en tomos editados a tales efectos.
Es tal la importancia que debe dársele a los mismos, que me pareció interesante compartir una parte de un relato de Estanislao José Salcedo del 31 de mayo de 1906, acerca del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, en cuanto al estado del mismo y a la riqueza de información que ella posee. La misma se desarrolla en esta sección «Datos de interés».
Aquí incorporamos e incorporaremos a todos aquellos familiares que, por su destacada actuación en el ámbito de su actividad, sean merecedores de un reconocimiento.
Personajes Familiares
En proceso…….
Urioste en Bolivia
EN EL CASERÍO de Urioste del Valle de Somorrostro, en las afueras de Bilbao, de la provincia de Vizcaya del país Vasco, nació Atanasio de Urioste de las Carreras el 2 de mayo de 1798. Su padre don Juan Gregorio de Urioste nació en San Pedro de Abanto el 12 de marzo de 1776. Desempeñaba el cargo de Unico Regidor Capitular de Santa Juliana de Abanto y pertenecía a los que componían la mayor y mas sana parte del vecindario del Valle de Somorrostro.2 Juan Gregorio era hijo de Pascual de Urioste nacido en 1732 y casado con María del Valle; nieto de Francisco de Urioste nacido en 1701 y casado con María Ortiz de la Helguera; bisnieto de Cosme de Urioste casado con María de las Carreras, y tataranieto de José de Urioste casado con María del Mello. El padre de José de Urioste fue Juan de Urioste casado con María López de Quesiles; su abuelo Juan de Urioste fue casado con María de la Concha; su bisabuelo Ochoa de Urioste casado con María Sainz de Ugarte y su tatarabuelo Sancho de Urioste fue casado con Mencia de Capetillo a fines del siglo xv.3
Atanasio de Urioste de las Carreras
I.- Sancho de Urioste y Mencía de Capetillo, fueron padres de:
II,. Ochoa de Urioste y Capetillo, que casó con María Sainz de Ugarte, padres de:
III.- Juan de Urioste y Ugarte, que casó con María de la Concha, padres de:
IV.- Juan de Urioste y Salazar “Capetillo Salazar”, Familiar del Santo Oficio, en Medina de Pomar , quien hizo declaración de Hidalguía ad perpetuam Rey memoriam , en la Chancillería de Valladolid, el año 1627. Declaró que él y sus antepasados; “Son hijosdalgos notorios de sangre de casa solar conocida, de caballeros notorios hijosdalgos, y descendientes de la casa de Capetillo que es filiación y se deriva de la casa de Muñatones y Salazar, sita en dicho Valle de Somorostro”., Casó con María López de Queciles (Queziles), y fueron padres de:
IV.1. José de Urioste y López de Queziles, que sigue como V,
IV.2. Pascual de Urioste y López de Quzieles, que ya tratamos cuando vimos la ascendencia de Pablo de Urioste y Urioste y línea la materna de Tomás de Urioste y Urioste que veremos más adelante.
V José de Urioste y López de Queziles, (hermano de Pascual que veremos seguidamente) que casó con María del Mello y fueron padres de :
V.1. Domingo de Urioste y del Mello, que vimos cuando tratamos la línea paterna de Tomas Benito de Urioste y Urioste..
V.2. Cosme de Urioste y del Mello, que sigue como VI
V.3. José de Urioste y del Mello
VI. Cosme de Urioste y del Mello, c.m. María de las Carreras, y de esa unión nació:
VII Francisco de Urioste y de las Carreras, que c.m. con María de Ortiz de la Helguera, hija de Pedro de Ibecori y de Antonia de la Helguera. Fueron padres de:
VIII Pascual de Urioste y Ortiz de la Helguera, n. 1732, c.m. con María Manuela del Valle Escarza, padres de:
VIII.1. Juan de Urioste y del Valle, b. 27-01-1757, Abanto y Ciérvana – Abanto Zierbena-San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01), 007100201-0112;, 9-011-01, p. 213, 1744 – 1792)
VIII.2. Joseph de Urioste y del Valle, b. 09-02-1759 Abanto y Ciérvana – Abanto Zierbena-San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01), 007100201-0139; 007100201-0140, 9-011-01, p. 263 – 264, 1744 – 1792).
VIII.3. Maria de Urioste y del Valle, b. 09-03-1760, Abanto y Ciérvana -Abanto Zierbena-San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01), 007100201-0151; 9-011-01, p. 286, 1744 – 1792).
VIII.4. Antonio de Urioste y del Valle, b. 17-02-1764, Abanto y Ciérvana – Abanto Zierbena-Las Carreras, San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01), 007100201-0192, 9-011-01, p. 366 – 367, 1744 – 1792).
VIII.5. Juan Gregorio de Urioste y del Valle, b. 12-03-1766, que sigue como IX,
VIII.6. Ramona Ángela de Urioste y del Valle, 05-04-1771, Abanto y Ciérvana – Abanto Zierbena-San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01), 007100201-0253;, 9-011-01, p. 488, 1744 – 1792).
IX Juan Gregorio de Urioste y del Valle, b. 12-03-1766, Abanto y Ciérvana-Abanto Zierbena, San Pedro Apóstol, (ES/AHEB-BEHA/F006.005 (0071/002-01) , 007100201-0212; , 9-011-01 , p. 407, 1744 – 1792)., c.m. Eugenia Lucía de las Carreras y los Heros, n. en 1778 – España , Falleció el 07-12-1839 , a la edad de 61 años. Fueron padres de:
IX.1. Atanasio Cecilio de Urioste de las Carreras, que sigue como X
IX.2. Teresa de Urioste de las Carreras †1825
IX.3. Juan Manuel de Urioste de las Carreras †1827
IX.4. José María de Urioste de las Carreras
IX.5. Julián de Urioste de las Carreras
X Atanasio de Urioste y de las Carreras, n. el 25-01-1798, en Vizcaya según se desprende de su partida bautismal:
En la Iglesia Parroquial de Santa Juliana de Abanto a dos días del mes de Mayo año de 1798, yo don Juan Bautista de Achabal cura servidor en dicha parroquia, bauticé solemnemente y puse los Santos Óleos a un niño al que puse los nombres de José Atanasio, hijo legítimo de don Juan Gregorio de Urioste y de Eugenia de las Carreras, abuelos paternos Pascual de lirioste y María del Valle, vecinos de San I’edro de Abanto, y maternos Jorge de las Carreras y Clara de los Heros, veci- nos de este concejo, fueron sus padrinos Cecilio del Alisal y Ángela de Urioste, a que tocó al niño en el acto del Sacramento y a los dos advertí el parentesco espiritual que contrajeron con el bautizado y sus padres, y demás que dispone el Ritual Romano, y lo firmo fecha ut sup ro. Juan Bautista de Achabal’[1]
[1] Partida de Bautizo de Atanasio de Urioste de las Carreras. Obtenida del Libro de Rafael Urioste López, “Historia de la Familia Urioste “- en Bolivia.
Atanasio de Urioste y de las Carreras, contrajo matrimonio con con Micaela Gómez Martínez, padres de:
X.1. Melitón de Urioste Gómez, n.
X.2. Juan Manuel de Urioste Gómez
X.3. Ezequiel de Urioste Gómez
X.4. Lorenza Pastora de Urioste Gómez
X.5. María Encarnación de Urioste Gómez
La historia de la Familia Urioste en Bolivia está increíblemente plasmada en un magnifico libro escrito por Rafael Urioste López, edición que recomiendo su lectura, porque es la historia viva y excelentemente narrada de los Urioste en el país del altiplano. En el año 1993, en oportunidad de una visita oficial a Bolivia, tuve el privilegio de integrar esa misión oficial y conocer a quien fuera su presidente en aquel entonces, es decir Jaime Paz Zamora (sexagésimo Presidente de Bolivia desde el 6 de agosto de 1989 hasta el 6 de agosto de 1993). Mientras que le Ministro de Industria de Uruguay, presidente de esa delegación, iba presentando uno a uno a los integrantes de la comitiva, el presidente Paz Zamora, protocolarmente saludaba brevemente, con un apretón de mano, agradeciendo a cada uno su visita y seguía con el siguiente. Cuando llegó mi turno, y el Ministro Ec,. Eduardo Ache Bianchi pronunció mi nombre y apellido, Paz Zamora, manteniendo el saludo por unos breves, pero eternos segundos manifestó: Urioste? Apellido de alta alcurnia acá en Bolivia.. Familias numerosas y emprendedoras de Sucre y Potosi. Gestores de una rica historia en este país, etc…
Años después tuve el privilegio de contactar a mi «pariente» Rafael Urioste López, con quien intercambiamos información y a quien también le estoy profundamente agradecido, ya que me envió el Libro con su Magna Obra que luce en mi biblioteca personal.
En el año 2001, parientes lejanos en tierras bolivianas, me invitaron a participar de un encuentro familiar que ellos realizarían en diciembre de 2002, al cual me comprometí a asistir, acompañado de algunos primos. Lamentablemente, debido a la crisis económica desatada en los años 2001 y 2002, no pudimos asistir.

De todas manera, remití una carta de agradecimiento a los organizadores de dicha reunión familiar, que transcribo a continuación:
Montevideo, 5 de diciembre de 2002.
Estimados parientes Urioste de
Bolivia, Perú, México y otros lugares…
En primer lugar quiero expresarles a todos Uds. la inmensa alegría que experimenté cuando María del Pilar Urioste, a quien contacté hace ya varios años, me notificaba e invitaba a participar de esta magnífica fiesta familiar de los URIOSTE, que se realiza en Sucre los días 7 y 8 de diciembre de 2002.
Lamentablemente, luego de intentar todo lo que estaba a mi alcance para poder trasladarme a Bolivia, compromisos familiares y laborales me han impedido asistir, motivo éste que me ha dejado lleno de tristeza, pero que a la vez me compromete para la próxima fiesta que realicen y que espero me notifiquen con tiempo suficiente.
Tratar de explicar a la distancia y en forma escrita lo que experimenté en estos últimos años y días, al haber podido contactarme con muchos de Uds. a los cuales nos une lazos de sangre y parentesco es muy difícil, casi imposible.
Pero intentándolo, podría decir que siento una mezcla de alegría, nostalgia, misticismo, de pensar que, luego de estudiar nuestras historias familiares, nos damos cuenta que pertenecemos a un mismo tronco familiar, de donde nuestros antepasados emigraron del viejo continente a “Hacerse la América”, llenos de optimismo, desafío y tal vez resignación.
Y es recién ahora después de varios siglos, que estrechamos vínculos desde distintos puntos del planeta, convencidos de nuestro sentido de “pertenencia” y “apego” a nuestro pasado, que es de las cosas más lindas que un ser humano puede sentir, hacia su familia.
Y esto es lo que realmente tiene valor, y serán las huellas que quedarán marcadas en los caminos de nuestras vidas y la de nuestros hijos, quienes seguirán fomentando los lazos familiares.
Cuando recibí hace años las fotos que me mandó Rafael Urioste López de la familia de Atanasio Urioste y las comparaba con las fotos de mis bisabuelos Santos Urioste Montaño y Adela Lema Guerrero, no solamente detecté en sus ojos esa suerte de “bondad”, de “solidaridad”, sino también del don de “gente de bien” que somos y nos consideramos todos los Urioste de esta tierra.
A quienes he contactado en estos últimos tiempos como Julio Arana Freire, hijo de Julio Arana Urioste, con quien he mantenido unos pocos contractos vía correo electrónico y de quien se desprende ser un hombre genial; a Raquelucha Urioste, quien tan gentilmente me contactó y comentó los aspectos de la fiesta y del Libro a ser presentado; a Nony Urioste y a tantos otros, les mando un fuerte abrazo y espero nos sigamos escribiendo e intercambiando información.
A ti Rafael Urioste López, sin haber recibido tu “Obra” te felicito por la misma y espero recibirla a la brevedad.
Por último quiero agradecer a todos nuestros antepasados lejanos y cercanos, sean estos primos, tíos, hermanos, padres, sobrinos, abuelos, tíos abuelos, bisabuelos etc., que de alguna manera u otra nos han dado la vida y el honor de pertenecer a esta gran familia Urioste
A todos mis pariente un saludo y un compromiso de vernos en la próxima
Desde Montevideo – Uruguay les saluda muy afectuosamente su pariente
Santiago Urioste Folle
Adjunto Árbol Genealógico de los Urioste en el Uruguay, así como una breve reseña histórica.
En esta sección hacemos una recopilación de artículos que hacen referencia a muchos pasajes mencionados en el transcurso de las diferentes secciones y que nos parecen de gran valor histórico y didáctico.
Novedades y temas de interés
Operativo Patagonia[1]
Para poder entender el motivo que originaría la venida de estas primeras familias deberíamos remitirnos a lo que se llamó el “Operativo Patagonia”.
Toda esta sección es un resumen de la excelente Obra de Juan Alejandro Apolant, “Operativo Patagonia” – Historia de la Mayor Aportación Demográfica Masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiaciones y destino de las familias pobladoras.
Sobre fines siglo XVIII se le encargó al virrey Juan José Vertiz, por una Real Orden del 24-03-1778, que fundara una población en San Julián, en el lugar más meridional de la costa atlántica patagónica, desoyendo los reiterados informes de quienes habían realizado viajes de reconocimiento y exploración hacia esa Zona. Entre ellos se conocen los informes de los padres jesuitas José Quiroga, Matías Sorbel y José Cardiel, dentro de su misión de catequización de los indios, de un viaje que hicieran entre diciembre de 1745 y abril de 1746, por orden del Rey… Así fue que el navío San Antonio partieron desde el Río de la Plata hasta la Bahía de San Julián, reconociendo toda la costa… En su informe el Padre Quiroga dijo respecto al Puerto deseado que reconocieron desde el 3 al 10 de enero de 1746:
“… buscamos agua dulce por todas partes y aunque el capitán Narbrough [sic; es John Narborough], inglés, en su viaje al mar de el Sur dice que halló agua dulce en este mismo sitio, media milla mar adentro al Nor-Norueste, nosotros solamente hallamos en esta parte dos pozos de agua salobre que con dificultad se podía beber”. [Más adelante, hablando de otro paraje en la banda Sur, consignó:] “hallamos un manantial de agua dulce, pero gruesa y de mal gusto; está a una milla del mar “.
……………………………………….
“…La tierra en todo este contorno [sic] es la más estéril en el mundo; no lleva árboles, ni fruto alguno, solamente se hallan algunas matas de espinos que pueden servir, en caso de necesidad, de leña para guisar comida. Toda la tierra es salitrosa y llena de peñasquearía. . . No se halla en toda la cercanía de este puerto más agua dulce que la que sale de los dos manantiales que hemos hallado, en la banda del Sur. .[2]
Referente a la Bahía de San Julián que exploraron desde el 7 de febrero hasta el 1º de marzo de 1746, anotó en su diario:
“.. .no hallamos río alguno que entre en esta bahía de San Julián y así se engañan algunos extranjeros que en sus mapas y cartas de navegar y aún en sus viajeros nos pintan en el puerto de San Julián un grande río… y habiendo caminado algunas millas no hallaron [los soldados] manantial alguno de agua dulce; solamente a una milla de la bahía hallaron dos o tres pozos de agua salobre que estaban hechos a mano, pero el agua no se podía beber, aunque nos sirvió para lavar la ropa. .“
Resumiendo, el diario expresó respecto a la costa patagónica:
“.. . los puertos son muy pocos; solamente en el Puerto Deseado, en San Julián y en la Bahía de San Gregorio se halla abrigo para los navíos. En el Puerto Deseado hay una fuente de la cual, en caso de necesidad, pueden hacer aguada los navíos; todo lo restante de la costa está seco y árido, que no se ve un árbol, ni hay en donde se pueda hacer leña gruesa; de algunos matorrales se puede hacer algún poco de leña delgada en la Bahía de San Julián, en donde se hallará también mucha pesca y abundancia de sal. .[3]
En una carta particular escrita el 15-5-1746 desde Buenos Aires al Marqués de la Ensenada, anticipándole su feliz retorno y avisándole que enviaría su diario de viaje y los 6 planos de la costa y sus puertos que había trazado, por intermedio del gobernador (Andonaegui), el Padre Quiroga (quien fue maestro de matemáticas) vuelve a recalcar que en los 4 meses de navegación:
“…registré toda la costa desde los 44 grados de latitud hasta los 51 grados y 30 minutos y en todo este espacio, aunque hicimos varias entradas, no hallamos tierra fértil ni punto acomodado para hacer algún establecimiento, porque toda la tierra de la costa es esterilísima; no hay sino piedra y salitrales; en todo lo que hemos andado no vimos un árbol. .“
Pese a estos informes negativos no fueron tomados en cuenta ni fueron obstáculo para que se decretara la fundación de estas poblaciones, prevaleciendo las supuestas necesidades militares para frenar un posible intento de los ingleses en ocupar y colonizar esas tierras.
El establecimiento de meros puestos militares en la costa patagónica, de uno o más fortines con pequeñas guarniciones, (periódica y regularmente abastecidas y relevadas desde Montevideo) hubiera sido comprensible y justificable, pero la fundación de poblaciones de españoles significaba en aquella época un error grueso y vituperable, irreflexivo y poco escrupuloso de las autoridades peninsulares (siempre que hubiera sido un error) en el que, con todos los antecedentes a su disposición y alcance, no debían haber incurrido. El desacierto fue obvio y la realización de este costosísimo proyecto. llevó en sí, lógicamente, ya desde el primer momento., el germen de su inevitable fracaso[4]
Y así fue que se comenzó luego a colectar familias en España para lo cual se dictó una Real Orden del 22-06-1778, dirigida al intendente (interino) de Galicia, Jorge Astraudi, cuyo texto es el siguiente:
“En las provincias del Río de la Plata serán muy convenientes algunas familias de España que se hallan bien instruidas en todas las labores del campo y otras faenas correspondientes a la mejor enseñanza de cosas domésticas, para que, con su ejemplo, pueda lograrse que aquellos naturales lleguen a la perfección que se desea en todas las partes que componen un buen vecino del pueblo. Por estas razones ha tenido el Rey por preciso se haga a V.S. el cargo de juntar algunas familias pobres de ese reino, capaces de llenar aquel objeto, tratando con ellas los términos en que hayan de ir con sujeción al destino que quiera darles allá el virrey de Buenos Aires, ofreciéndoles desde luego que serán costeadas por cuenta de S.M. en los Correos marítimos de ese puerto. Lo que prevengo a VS. de orden del Rey para que proceda a su cumplimiento, dándome aviso de sus resultas del número de las familias que se presenten a hacer este viaje y de el de las personas de que se componga cada una.
Dios guarde a V.S. muchos años.
Madrid, 22 de junio de 1778
Dn. José de Gálvez
S.or Intendente de La Coruña”.[5]
Lo que no mencionaba la Real Orden era que la costa Patagónica era el destino prefijado para las familias, no sabiendo se si trató de un engaño a sabiendas, máxime cuando se trataba de una zona tan inhóspita, de suelo estéril y salitroso, seco y árido, sin agua dulce, etc., como se expreso anteriormente.
Austradi mando a imprimir 4,000 ejemplares de una circular con la Real Orden, “para dirigirles a cada uno de los pueblos de cuyo número se compone (el reino) para que llegue a noticia de todos y que en cada capital se publique por pregón y fijen edictos y que todos
Y empezaron a presentarse en La Coruña familias de campesinos gallegos, dispuestas a emigrar a “las provincias del Río de la Plata”. Al comienzo, Astraudi seguía mandando a Gálvez los memoriales de las familias que pretendían ir, aunque ya no esperaba la aprobación de Madrid, puesto que la Real Orden del 19-9-1778 había definido y perfilado claramente las condiciones exigidas y ofrecidas. Más adelante prescindió también de esta formalidad, salvo en casos especiales en los que no estaba seguro de si correspondía la admisión y en los que solicitó una autorización expresa. Así consultó p. ej. en mayo de 1779 respecto a “varios franceses, italianos e irlandeses que han servido en el ejército y maestranza marítima, casados con españolas y con familias criadas en España” que pidieron ser admitidos para pasar con sus familias al Río de la Plata. Gálvez le contestó que, cumplidas las demás condiciones, sólo podrían ser admitidas familias de padres franceses e italianos [6]
Conforme con lo previsto en la Real Orden, Astraudi celebró con cada una de las familias admitidas una contrata que fijaba las mutuas obligaciones. Años más tarde, este contrato, en combinación con la Real Orden del 19-9-1778, les sirvió a los pobladores a menudo de respaldo y justificación en sus reclamaciones frente a la Real Hacienda de Buenos Aires que más de una vez dejó de cumplir con las obligaciones que el documento le impuso. De paso sea dicho que esas reclamaciones y exigencias de los pobladores, siendo fundadas, nunca fueron retaceadas ni rechazadas por la Corte en los casos en que llegaban, en última instancia, al Consejo de Indias; la injusticia ocurría siempre únicamente en primera instancia por parte de las autoridades virreinales.
Para tener una idea de cual eran el tenor de estas contratas que regulaban las obligaciones y derechos de las partes, transcribimos a continuación uno de ellos:[7]
“En la ciudad de la Coruña a cinco días del mes de octubre de mil setecientos setenta y ocho, [ante] el Sr. Dn. Jorge Astraudi, comisario ordenador de los Reales Ejércitos, Intendente interino de este reino de Galicia, de su asesor general el Sr. Dn. Bernardo Herbella y de mi, escribano de gobierno, y testigos parecieron presente Dn. Marcelo Mandiá y Da, Marta Muñiz Villar de Francos su mujer, vecinos de esta ciudad y el D. Marcelo, su oficio labrador, edad 40 años, de nación gallega, hijo de Dn. Antonio Mandiá y de María Benita de Neira, natural de la feligresía de San Julián de Soñeiro, jurisdicción de Miraflores de esta provincia, estatura regular, trigueño de cara, hoyoso de viruelas, ojos castaños, cejas negras pelo lo mismo, interverado con blanco; y la Da. María, edad 30 años, natural de San Martín de Lestón, jurisdicción de Bergantiños de esta misma provincia, hija de Dn. Antonio Muñiz Villar de Francos y de Da. Josefa Raimúndez Figueroa y tienen por sus hijos legítimos a Luis Vicente de Mandiá, edad 2 años, natural de la parroquia de San Jorge de dicha ciudad; a Joseph Malín, hijo de Esteban Malín, difunto y de la propia Da. Marta de Muñiz del primer matrimonio, edad 9 años, natural de la referida parroquia; y a Dn. Blas González, edad 18, su sobrino, en cuya compañía asiste. Cuya Da. Marta, con licencia que primero pidió a su marido para otorgar y jurar lo que irá declarando, el que se la dio y ella la aceptó de que yo el escribano doy fe: y usando de ella, marido y mujer dijeron ser labradores de profesión y por hallarse pobres, noticiosos del favor paternal que les dispensa la innata Real clemencia de Su Majestad en sus piadosas providencias del 22 de junio y 19 de setiembre de este año, comunicados por el Exmo Sr. Dn. Joseph Gálvez del Consejo de Estado, su Secretario del Despacho Universal de Indias, dirigido a la colectación de familias españolas con destino a establecerlas en las provincias del Río de la Plata, se presentaron al Sr. Intendente, pretendiendo se sirviese admitir a esta Real gracia con las ventajas y auxilios prometidos en la citada resolución de 19 de setiembre; y la Da. Marta Muñiz Villar de Francos juró por Dios Nuestro Señor y a una señal de cruz que formó en su mano derecha cíe que también yo escribano doy fe, que procede en esta deliberación de su libre y espontánea voluntad, sin violencia de parte de su marido y sólo por convenir a sus intereses y familia, por lo que los dos suplican a su señoría se sirva concederles este beneficio y otorgarles su pretensión, obligándose como por el tenor de la presente se obligan, a cumplir por su parte con las citadas órdenes y a estar prontos con su familia a embarcarse en las naves que se fleten o señalen al efecto, sujetándose como se sujetan a las disposiciones de los señores Virrey y Intendente de Ejército y Real Hacienda de Buenos Aires, desempeñando, cuanto le sea posible en su ejercicio de labradores, las justificadas intenciones de S.M. explicadas en las referidas providencias que literalmente de ellas se les ha instruido y leído de manera que bien las han entendido sin que puedan dejar de establecerse y continuar en el cultivo, cuidado y granjeo de la habitación, tierras y ganados y demás utensilios que le fueren entregados a que se obligan respectivamente con sus personas y bienes que al presente tienen y a lo adelante tuvieren. Y el Sr. Intendente, en nombre de S.M. acepta esta escritura de obligación en los términos que quedan expresados y les promete que los auxilios, beneficios y gracias que se ha dignado dispensarles en las mismas resoluciones les serán ciertas y seguras; y para que tanto marido como mujer cumplirán en todas sus partes con lo que se hallan constituidos, dan su poder cumplido a los jueces y justicias de S.M., de su fuero y jurisdicción a que se sometan y en especial a la de dicho Ex.mo señor Dn. Joseph Gálvez y sus comisionados para que se lo hagan cumplir y haber por firme como si fuese por sentencia definitiva de juez competente, pasada en autoridad de cosa juzgada, por los otorgantes consentida
y no apelada. Cerca de que renunciaron a todas leyes, fueros y derechos a su favor, con la general que las prohibe en forma y la expresada Da. Marta Muñiz Villar de Francos, por ser casada, renunció las de los emperadores Beliano, Justiniano, senatuo, consulto, leyes de Tor, partida, segundas nupcias, su dote, arcas y más que hablan en su favor de remedio, de las cuales yo, escribano, le enteré que, si las renunciaba de ellas, no se podía aprovechar en tiempo alguno y, sin embargo, las renunció y apartó de su favor y que del juramento que llevaba hecho no pediría absolución, ni relajación a Su Santidad, su Nuncio delegado en España, ni a otro juez, prelado que facultad tenga para ello y, aunque de propio mutuo se le conceda, de ella no usará ni se la admita en juicio y fuera de él, para que valga más un juramento que su relajación, en cuyos términos así lo otorgaron. No firmaron porque expresaron no saber y a su ruego lo hace uno de los testigos presentes que lo fueron Dn. Silvestre Salgueyro, Dn. Tomás Salvador Ladeyro y Dn. Blas Antonio Ivloyño, vecinos de esta ciudad; firma su señoría con el citado Dn. Bernardo Herbella, que de todo ello y conocimiento de los otorgantes yo, escribano, doy fe. — Dn. Jorge Astraudi — Licenciado Dn. Bernardo Herbella — como testigo a ruego de los otorgantes Blas Antonio Moyño — Ante mi Cayo Acha de Patiño.”
Contratos como éstos debieron haber suscrito nuestras familias Tuero Aceval y Labandera Vigil, en su decisión de emigrar hacia nuestras tierras.
Lo interesante de este proceso es también conocer las condiciones y las negociaciones que hubo que realizar con los armadores particulares quienes luego de una reñida lucha de competencia de precios, hizo que se le confirmaran las primeras 100 familias a Juan Pablo Genovés, quien tenia una fragata de 300 toneladas “Ntra. Señora de los Dolores” y las restantes 100 familias al armador Miguel de Goyeneche, quien había ofrecido realizar los transportes por otros 3 pesos menos. Con este último se formalizó el 28-01-1779 un contrato que establecía las siguientes condiciones:[8]
- Ración completa desde el día del embarco hasta el del desembarco en Montevideo a todas las personas que tuviesen 6 años cumplidos para arriba; y media ración a las de 2 años cumplidos hasta los 6 años.
- A los enfermos se les asistiría “con puchero de gallina y demás condimentos propios para su curación y restablecimiento”.
- Las embarcaciones debían ser españolas “según y a satisfacción del ministro comisionado en La Coruña quien podrá. mandarlas reconocer, como también la calidad y cantidad de los alimentos”.
- Cada familia podía llevar para su uso: colchones, jergones; ropa de cama y vestir, arcas, baúles, semillas y herramientas y a los que no tuvieran cama, el asentista les debía dar paja para dormir.
- Para el “socorro espiritual y corporal de las familias”, cada embarcación debía llevar: capellán, cirujano y botequín, “nombrando el comisionarlo los sujetos correspondientes”, proveyendo el asentista “los respectivos ornamentos y alhajas necesarias para el servicio del altar”.
- Por cada persona mayor de 6 años, la Real Hacienda debía pagar 110 pesos fuertes y por cada menor entre 2 y 6 años, 108 pesos fuertes, mientras que no se abonaba nada por las criaturas que no habían cumplido aún los 2 años al tiempo del embarco.
- La Real Hacienda estaba obligada a pagar estos precios por entero, también cuando alguna de las personas embarcadas muriera de enfermedad o por otro motivo durante la navegación.
- Por arados, en el caso de que fueran embarcados, se pagaba 28 reales de España [ de vellón].
- El total que la Real Hacienda tendría que pagar, debía ser entregado al apoderado del asentista en Buenos Aires “en pesos fuertes del nuevo cuño y en el término de 15 días contados desde el desembarco de las familias en Montevideo”.
- Los capitanes de las embarcaciones estaban obligados a cumplir fielmente lo pactado y eran responsables del buen trato de las familias. [9]
Es interesante reproducir la planilla que fuera entregada a los asentistas obligados a suministrar y proveer a las familias embarcadas, raciones éstas que correspondían a personas mayores de 6 años, correspondiéndole la mitad a los menores de entre 2 a 6 años y nada para los menores de 2 años, restricción que fue abolida en 1781, ante solicitud presentada por las familias pidiendo que también los hijos menores recibieran su ración diaria. Esta decisión se basó en un informe de Bernardo Herbella, asesor de Astraudi que decía:
“Los niños, especialmente después de los primeros 4meses de su edad, hijos de pobres y de todos los que piensan en su mas robusta crianza, exigen alimento respectivo y más los embarcados, por la experimentada casualidad de que las madres pierden la leche a fuerza del mareo u otro accidente. Este mismo se verificó con una desde que está bordo de la fragata surta en el puerto. Después de los 8 meses necesitan generalmente ración de sopa, sustancia y alguna otra cosa ligera: y en cumpliendo un año, comen a todas horas de cuanto se les presenta y, si no se les asiste de este modeo, claman, lloran y turban a todas las gentes embarcadas…”[10]
Razón del diario que se suministra a las familias que se embarcan en este puerto para el de Montevideo[11]

Sin embargo, de la distribución arriba expresada, se podrá variar algunos de los días de tocino y bacalao, dándoles carne, como mejor convenga para la más perfecta asistencia de las familias; y si el viaje fuere más largo de lo regular por accidentes que suceden en el mar, el capitán, de acuerdo con los oficiales y el Padre capellán, acortará prudentemente las raciones, según lo exijan las circunstancias, como se acostumbra en los buques de guerra y en los correos marítimos.
Coruña, 4 de febrero de 1780.
(con otra letra y tinta:] Vº B°, quedando en su fuerza lo capitulado sobre la buena asistencia de los enfermos y paridas.
(fdo)1 Astraudi”. [12]
En marzo de 1781 estaba pronta en el puerto de La Coruña la fragata portuguesa “San Josef y San Buenaventura”, fragata esta en al que vinieran al Río de la Plata, entre otras, las familias de Francisco de Tuero y su mujer Ana Maria Aceval junto con sus hijos Manuel (13 años) y Francisco (10 años), así como la de José Labandera y su mujer Maria Vigil con sus hijos Juan (14 años), Maria (12 años), José (8 años), Francisca (6 años) y Alejo (2 años).
La fragata era propiedad de un comerciante de Oporto, Ventura José Fortuna, al mando de su capitán Juan da Costa, portugués, y con tripulación de la misma nacionalidad. “En el día del patriarca San Joseph, 19 de este mes”, escribió Astraudi el 21-3-1781 a Gálvez:
“pasé al formal reconocimiento de la fragata del mismo nombre, acompañado del asesor D. Bernardo Herbella y del maestro constructor de la Renta de Correos Marítimos y hallé que es un barco de 700 toneladas [1.980 m3], firme, capaz y tan a propósito paro la conducción de familias que en un no lío de alto bordo no podrían gozar de más desahogo y comodidades; en solo la cámara y entre cámara hay disposición para recibir 150 personas. Los entarimados están en la mejor proporción y entre sus divisiones quedan espacios suficientes en forma de claustros para el tránsito libre de as personas a uno y otro lado sin tropezarse. Las estancias se han proporcionado de modo que dos personas ocupen tanto espacio corno el que en los anteriores embarcos servía para tres; tiene 16 camarotes poca a oficialidad, 2 capellanes y 2 cirujanos que están cobrando sus sueldos a D. Miguel de Goyeneche y han de servir a esta expedición como mas numerosa, aunque por su contrata cumplía con costear solamente un capellán y un cirujano”.
José Labandera y su familia, se habían alistado en el concejo de Siero en Asturias ente agosto y setiembre de 1779, después de haber vendido su casa y haberse desecho de tierras arrendadas. Por haberse enfermado su mujer e hijos de fiebre y de tabardillo (tifus) no pudieron emprender el viaje a La Coruña antes de fines de 1780 y, al hacerlo, no se habían enterado ni había sido publicada en su parroquia, la Real Orden de suspensión de alistamientos. Pese a estos inconvenientes, un mes antes de la partida de la Fragata hacia Montevideo, más precisamente el 03-02-1781, pudieron embarcar, con sus pertenencias en el puerto de Gijón en la goleta San Josef, hacia La Coruña.
Pero en esa corta travesía sufrieron un gran contratiempo. El día siguiente, 04-02-1781, a las 3 de la tarde, la goleta fue apresada por un “corsario inglés de porte de 10 a 12 cañones y unos 60 hombres y antes de ser apresada dicha goleta, los 4 marineros de ella y un pasajero se echaron en el bote a tierra y sólo el patrón, un muchacho y tres familias, entre ellas de José labandera, fueron prisioneros, entrándose en el buque unos 30 ingleses armados y reconociendo la carga, sacaron de ella todos 105 tocinos, la mayor parte de avellana, habichuela y algunas barricas de vinagre, velamen y cordaje de dicha goleta, que transportaron al corsario y dinero que tenía dicho patrón; como asimismo a Josef Labandera, le sacaron en dinero 32 ducados, 2 arcas nuevas, una manta nueva, una chupa y calzón de paño Segovia usado, una guarina, un justillo de escarlata de su mujer, usado, una mantilla de melliquín y un dengue de su mujer, 24 camisas de lienzo, grandes y pequeñas, algunas nuevas, 4 sábanas de lienzo usadas, 6 varas de manteles. 18 varas de lienzo en pieza, 12 pañuelos blancos para el uso de su mujer e hijas. 4 pares de zapatos nuevos, grandes y pequeños, un tocino de 30 libras, 10 panes de a 4 libras cada uno, un ferrado de habichuela, una calderita de azufre y un avantal [delantal) de paño de su mujer, que todo lo regula, en conciencia, en 657 reales que, unidos a los 32 ducados que le sacaron en dinero, componen 1009 reales de vellón.
Habían ajustado el flete con el patrón Lameana en 490 reales para las 19 personas en conjunto (las edades de sus hijos oscilaban entre 17 y 2 años) de los que le habían entregado 200 reales a cuenta, debiéndole pagar el resto en La Coruña. El día siguiente los ingleses los dejaron libres y ellos arribaron, con el patrón, y en la misma goleta, el 5 de febrero al puerto de Vivero [a 15 leguas = 83,5 Kms. de La Coruña), de donde vinieron por tierra a La Coruña, presentándose el 15-2-1781 ante Astraudi.
Astraudi los acogió en su casa y les dio comida caliente, ropa de cama y de vestir, diciendo a Gálvez en su informe que siempre tenía en su casa y a disposición “mantas de repuesto e inservibles para la tropa y capotones inservibles para las centinelas que, después de renovados y aprovechados los que buenamente se podían con remiendas, … etc.”
A pesar de haberle prevenido al regente de Oviedo ya en abril de 1780 que instruyera a los concejos de Asturias que por ningún motivo entregaran “pasaportes a cualesquiera familias que los solicitasen para transportarse al Río de la Plata”, estas familias fueron admitidas inmediatamente. Hasta se les pagó su real y medio por persona y día con una retroactividad de 16 días que incluyeron los 5 días de espera en el puerto de Gijón y todo el tiempo de su viaje, incluso los días en que los ingleses los mantenían presos. Todos fueron embarcados para el Río de la Plata ya pocas semanas después. Entre esas familias damnificadas estaba Adriano de la Infiesta, quien fuera mas tarde el representante de todos los pobladores de la “frontera de Buenos Aires” y de la Colonia del Sacramento en sus reclamaciones a la Real Hacienda. [13]
El 07-04-1781 se pasó revista a 79 “familias” con 586 personas y día siguiente informó Astraudi que:
“quedan a bordo y perfectamente acomodadas. 550 personas de 2 años arriba y 36 niños de pecho, esperando el primer viento favorable para hacerse a la vela”. Toda a documentación española, el pasaporte, el “instrumento de filiaciones” y oficios al virrey e intendente de Buenos Aires, entregados al capitán, “van reservados en un paraje donde están libres de mano de enemigos y éstos sólo podrán hallar el barco con bandera, potente y despachos portugueses, conocimientos, facturas y instrumentos a nombre de vasallos de la misma nación. . .y… todos los efectos de la fragata, víveres y demás que lleva es propio de los mismos portugueses” [14]
Transcurrió, sin embargo, todavía una semana y tan sólo el 15-04-1781, entre las 4 y las 5 de la mañana, la fragata se hizo a la vela.
El viaje del “San Josef y San Buenaventura” transcurrió sin mayores contratiempos para el extraordinario número de pasajeros-pobladores. Después de algo más de 3 meses de continua navegación desembarcaron el 19-07-1781 en Montevideo 127 familias auténticas y un soltero sin parentesco directo con ellas, en total 569 personas.
La gran cantidad de pobladores que empezó a acumularse en Montevideo comenzó o preocupar a las autoridades virreinales. Mucho más realistas y prácticos que los ministros del Consejo de indias en la Península y con los dos pies firmemente en la tierra, Vertiz y Fernández vieron casi desde el principio la imposibilidad práctica de llevar a cabo el proyecto. Nunca sabían cuantas familias y menos aún cuantas personas iban a llegar como “pobladores con destino a la costa patagónica” pero las entonces ya casi 1.000 personas que habían venido durante poco más de un año y medio, entre fines de diciembre de 1772 y mediados de agosto de 1780, les habrán convencido de que, hasta en caso muy poco probable de que se pudieran formar (más adelante) algunos establecimientos en la costa patagónica, nunca jamás sería posible establecer allí un número de colonos tan exorbitante para esa región; sin hablar siquiera de les que llegarían aún en expediciones futuras, pues de esto sí, debían estar informados de que en La Coruña estaban esperando ser embarcadas aún otras familias alistadas.
Como excelentes y muy capaces funcionarios y leales súbditos de su Rey, no miraron, sin embargo, ni esperaron el futuro con brazos cruzados, sino que trataron de encauzar esta corriente inmigratoria cuanto antes por una vía que, causando el menor perjuicio a la Real Hacienda, fuera a la vez de provecho poro los intereses de la Carona. No fue culpa de ellos que sus intenciones, sus inteligentes previsiones y sus cálculos en este sentido no so lograran del todo. Fue consecuencia, fundamentalmente, de la desidia (y tal vez también incapacidad en este terreno) de sus sucesores.
Tampoco se imaginaron, probablemente, (enfocando en estos tiempos todos los problemas todavía exclusivamente bajo el punto de vista militar y del comercio de la colonia dependiente con la Península) que sus tratativas y esfuerzos resultaran al final de inmenso provecho para la Banda Oriental. En opinión del Profesor. Juan Alejandro Apolant, estos dos hombres hicieron indirectamente más para el rápido desarrollo de la Banda Oriental que cualquier otro funcionario español en el Río de la Plata, antes y después de los años en que ellos actuaron aquí (excepción hecha, quizás, de José Joaquín de Viana, cuya influencia, empero, se limitó a la jurisdicción de Montevideo). Así se convirtieron, sin haberlo previsto, en los ángeles de salvación de la mayor parte de esas familias al cambiarles, finalmente, la región desolada a la que estaban destinadas, su casi inevitable desgracia y ruina, en un porvenir promisorio.
Manuel Ignacio Fernández, después de haberle informado a Gálvez de la feliz llegada de los 4 navíos del convoy, continuó escribiéndole ya el 30-05-1780:
“.. De la expedición a la Bahía de San Julián no tenemos la menor noticia, recelando por lo mismo que no encuentran sitio aparente para establecerse que es lo que aseguran todos los viajeros que ha navegado y reconocido aquella costa y como en el establecimiento del Río Negro no hay todavía habitaciones para acomodar los pobladores., me parece pasará mucho tiempo sin que se trasladen a los establecimientos patagónicos las familias existentes sin utilidad alguna por ahora. “.[15]
Del “operativo Patagonia” propiamente dicho, sólo quedó la población del Fuerte del Carmen, hoy Carmen de Patagones, en la provincia de Buenos Aires. Pero quien más provecho sacó de los errores de las autoridades peninsulares y de las inteligentes medidas del virrey del Río de la Plata, Juan José Vertiz, fue la Banda Oriental. La inmensa mayoría de las familias pobladoras fueron destinadas a formar el núcleo fundador de las nuevas poblaciones de Santa Lucía (San Juan Bautista); Pando; San José (San José de Mayo); Minas (Nuestra Señora de la Concepción de Minas); y, muchos años más tarde, Rocha (Nuestra Señora de los Remedios de Rocha);
Formaron además el núcleo repoblador de las poblaciones ya existentes pero evacuadas parcial o totalmente de San Carlos (San Carlos de Maldonado o: Pueblo Nuevo de Maldonado); y la Colonia del Sacramento; mientras que otras familias formaren el primer núcleo civil de Maldonado (San Fernando de Maldonado) hasta esa época y durante 25 años sólo una guardia o guarnición militar. Otras engrosaron el grupo desordenado ya existente alrededor de la capilla de Nuestra Señora de Guadalupe, fundándose con todas ellas entonces la villa de Canelones (Nuestra Señora de Guadalupe); y no pocas familias permanecieron para siempre en Montevideo.
Entre este inmenso contingente de hombres mujeres y niños que afluyo en aquellos años desde la madre patria al Río de la Plata quedándose en su gran mayoría en lo Banda Oriental estaban los padres, de Manuela Tuera de Labandera, quien se casara con el primer Urioste que llegó a nuestras tierras, Pablo Domingo de Urioste y Urioste, siendo ellos los antepasados de muchísimos personajes que descollaron más tarde en la vida política, militar o intelectual de los años de lucha por la independencia y en la época de la formación de las nuevas Repúblicas del Río de la Plata.
Entre diciembre de 1778 y octubre de 1778, las 13 embarcaciones que llegaron a Montevideo desembarcaron unas 432 familias, más un importante numero de solteros, llegando a totalizar unas 1921 personas.
La expedición que trajera en ella a las familias Tuero-Aceval y Labandera –Vigil, abuelos y padres de Manuela Tuero de Labandera, por sí sola trajo p. ej. en julio de 1781 a 569 personas que tuvieron que ser alojadas en habitaciones particulares ya que no hubo “edificios de S.M.”, en una plaza que probablemente contaba en aquel entonces con sólo alrededor de 1.900 vecinos blancos (hombres, mujeres y niños) y apenas más de 2.900 habitantes en total, incluidos en esta cifra alrededor de 500 esclavos, siendo otros 500 moradores indios, mulatos y negros libres (sin contar los soldados de la guarnición) y que sólo tenía alrededor de 977 “ambientes habitados, y esto en un momento en que había en la ciudad todavía un número considerable de pobladores sin destino, llegados en expediciones anteriores.
[1] Libro “Operativo Patagonia” de Juan Alejandro Apolant – Historia de la Mayor Aportación Demográfica Masiva a la Banda Oriental, con la nómina completa, filiaciones y destino de las familias pobladoras.
[2] Ibid. Pag. 23
[3] Ibid. Idem.
[4] Ibid. Página 33
[5] Ibid. Página 35
[6] A. G. Ind; Leg. Bs. As. N° 410. — Cartas del 15 y 22-5-1779, respectivamente. . “Operativo patagonia” Juan.A. Apolant”. Página 40.
[7] A. G. N. Arg.; Sala IX, 25-4-2; docum. N° 64 – “Operativo patagonia” Juan.A. Apolant. Pag 41 y 42.
[8] Ibíd. Pág. 49 y 50
[9] Por todas estas ofertas, negociaciones y contratos cfr. A. U. md.; Leg. Es. As. Nº 329 – “Operativo Patagonia” – Juan A. Apolant. Pág. 50
[10] Ibíd. Pág. 5.
[11] Ibíd. A.G.Ind.; Leg. Bs.As. Nº 326 por la primera planilla del 13-10-1778 fue confeccionada y entregada por primera vez a los asentistas que proveyeron las raciones para las familias embarcadas em La fragata Correo “La Princesa” y sirvió de guía para todos los embarques de pobladores que siguieron-. Pag. 51 y 52
[12] Ibid. Pág. 52
[13] Archivo G. Ind. Leg. Bs.As. Nº 327- ““Operativo Patagonia” -J. A Apolant”
[14] Ibíd. Carta a Gálvez del 08-04-1781. pag. 81
[15] Ibid. Archivo G. Ind. Leg. Bs.As. Nº 327- ““Operativo Patagonia” -J. A Apolant . Pag. 111
Fundación de la villa de San Juan Bautista [1]
Don Antonio Camejo, hijo del primer alférez real de Montevideo don Juan de Camejo Soto, poseía una estancia situada entre el río Santa Lucía y el arroyo de los Canelones. En 1776 se instaló el campamento de una fuerza de milicianos paraguayos, que fue traída para ser incorporada al ejército de operaciones de don Pedro de Cevallos.
El campamento contó un núcleo de indias y “chinas” que daba a los hombres el aporte de labores propios de su sexo, así como emplearse a fondo en la hora del choque sangriento, manejando la chuza con maestría de veteranos.
De aquella efímera colonia militar quedó un rancherío semi abandonado, del que tomó posesión el citado don Antonio Camejo, dueño de la estancia.
Por escritura firmada el 13 de agosto de 1777, Camejo vendió esos campos a don Bartolomé Mitre, hijo del antiguo poblador de Montevideo don Joseph de Mitre
En 1781, el virrey don Juan José Vértiz, dispuso que fuesen alojadas en esa ranchería, una treintena de familias que habían sido primitivamente destinadas a poblar las costas patagónicas, y que se hallaban sin radicación por haberse renunciado a efectuar esa lejana colonización. Así concibió Vértiz el proyecto de fundar la villa de San Juan Bautista, y en su ejecución ordenó que se trasladasen al punto, tres funcionarios de su dependencia: Don Eusebio Vidal, teniente del regimiento dé dragones de Almanza; Don José Francisco de Sostoa, ministro de real hacienda de la plaza de Montevideo, y Don Juan Pascual Palleja, primer piloto de la armada. Este último debía proceder al deslinde de solares y medición amojonada de las cuadras a repartirse.
Los delegados del gobierno virreinal llegaron a la estancia de Mitre al iniciarse el mes de noviembre de 1781, procediendo a ejercer su cometido. Consta que su primera medida fue exponer al nombrado las razones de interés público que motivaban la erección de un poblado en el viejo campamento militar, así como el señalamiento de chacras a la treintena de familias que se aprestaban a establecerse en el paraje, agregando que las autoridades le acordarían, en compensación, otra fracción de tierras. La respuesta de don Bartolomé Mitre está textualmente consignada en el informe: “Nada tengo que decir; pueden cumplir vuesas mercedes con las órdenes de Su Excelencia pues yo, a su tiempo y por escrito, representaré lo que halle conveniente a mii derecho.”
Se resolvió ubicar la futura villa y sus chacras adyacentes “desde el paso del arroyo Canelón, camino real directo para la Colonia, al Paso del Bote en el de Santa Lucía, en cuya división queda muy inmediato al camino real la población …”. Determinamos empezar la medición dejándole hasta 400 varas más de extensión a los ranchos fabricados por el frente de la mayor que tiene el terreno en dirección para Montevideo y desde allí puso arrimada al camino la primera banderola el referido piloto desde cuyo punto se fueron midiendo hasta treinta y tres suertes de chacra de a cien varas de frente y mil de fondo, dejando entre cada dos un camino común de cuatro varas de ancho” …. En previsión de inundaciones, dado lo bajo del terreno que seguía a la chacra Nº 33, resolvieron dejarlo para ejido común, señalando la abundancia que poseía en pastos y maderas. Otros lotes situados a los fondos de las chacras, en dirección al monte, fueron señalados para futuros repartos entre los hijos de los pobladores. Un predio ubicado al flanco de los solares, de quinientas varas de largo por doscientas de ancho, se dejó para desahogo de los vecinos. Refiriéndose luego a las necesidades inmediatas de éstos, los delegados solicitan del virrey un número de bueyes, caballos, arados y útiles, así como las semillas indispensables para el fomento de la labranza. Las creencias de la época inducen al ministro de Sostoa y sus acompañantes a aconsejar la erección de una capilla, utilizando provisoriamente uno de los ranchos existentes, al que parecía faltar el techo. El informe hace especial mención de la calidad de las aguas del río Santa Lucía, calificándolas de “exquisitas.”
¡Hubo quizás en la mente de aquellos excelentes funcionarios, una vislumbre de utilizaciones futuras! Acerca de las provisiones de leña e inevitables cortes de árboles dejaron sentada una precaución digna de admirarse: la de que por cada árbol que se cortase para madera, se planten tres estacas de sauce, “que con facilidad -prenden, y es el medio por el cual nunca les faltarán las maderas ni las leñas.”
Este informe fue pasado en Buenos Aires al fiscal del virreinato, doctor Pacheco, quien expidió su vista el 14 de enero de 1782. El dictamen legal señala los títulos y leyes de Indias a que debe acordarse el establecimiento de la nueva población, y hace algunas advertencias acerca de los puntos secundarios; pero expone su opinión “de que se reserva el establecimiento de la población hasta que se esclarezca el dominio que tenga Mitre a las enunciadas tierras, para agregar más familias y dar la última forma a este pueblo con señalamiento de dehesas, tierras, pastos, aguas y distrito jurisdiccional”
Y bien, la resolución de Vértiz es todo un monumento de previsión y de buen gobierno. Señala una por una las omisiones en que incurren sus delegados en el informe: amplía las medidas determinadas por aquellos, por considerarlas estrechas, observa la influencia que ejercerán los vientos y otros elementos físicos sobre la ubicación de poblado, y llega hasta prever las lejanas dificultades del trafico Al leer ese documento, se nota que Vértiz creyó en el magno porvenir de Santa Lucia, y aunque este porvenir no confirmo las vistas de aquel virrey, no por eso deben dejar de notarse sus calidades de hombre de Estado al planear con vastedad las obras destinadas al desarrollo de estos pueblos. Ello demuestra que creyó firmemente en las grandes posibilidades del futuro, que no ejecutó nada para las necesidades precarias de su tiempo, sino que alargo su visión por encima de las concepciones aldeanas y pequeñas de la hora, cimentando empresas que debían beneficiar a generaciones no nacidas todavía Que falta hace, en los días chatos que vivimos, un poco de ese espíritu amplio que animo a algunos de los grandes colonizadores del siglo XVIII…
Afirma Vertiz “que reconocido se encuentra que en la plaza delineada no se designa la posición de sus ángulos o esquinas……que las luces, sombras de calles, puertas y ventanas se distribuyan según aquella positura ni resultan las doce calles que deben salir y distribuirse desde la expresada plaza; ni aparece el contorno de ésta; ni en las cuatro principales calles se ha dejado espacio suficiente para los portales que debe haber y fabricarse en adelante, de manera que no embaracen la libre salida.., ni hay señalados solares para casa del concejo, ni tiendas para propios, ni tierras para dehesas del común, ni se designa la anchura de las calles para la copia de caballos y carruajes del país y que hacen su tráfico y comercio… y también que las cuatro varas que se señalan entre una y otra suerte son muy corto espacio para el camino de caballerías y curso de carros… he resuelto que en el citado diseño y padrón se corrijan y arreglen… se señale el terreno destinado a la población según el aumento que se considere podrá tener en lo sucesivo; que a más de las cuatro varas entre una y otra suerte se añadan por lo menos diez varas para de este modo evitar el perjuicio de la estrechez”…
El decreto agrega los servicios de un segundo piloto, don Bernardo Tafor, para coadyuvar a la misión del primero, de don Juan Pascual Calleja, y de don Eusebio Vidal; y determina la elección de un alcalde, cuatro regidores, un alguacil, un mayordomo y un escribano de consejo, Dá a la villa el nombre de San Juan Bautista, se refiere a la designación de un sacerdote, y dá instrucciones a la intendencia para la provisi6n de útiles de labranza y raciones a los pobladores.
Este decreto histórico está datado en Montevideo el 7 de febrero de 1782. Se recordará, en efecto, que en esa fecha el virrey Vértiz se trasladó a aquella plaza, y que su viaje, tan proficuo para los intereses de la Banda Oriental, tuvo el feo lunar de la incidencia ocurrida con los respetables vecinos don Juan Antonio de Haedo y don Domingo Bauzá, reducidos a prisión por haber sostenido los fueros jurisdiccionales del Cabildo.
La nómina de los pobladores de San Juan Bautista; que subsigue es la original, elevada al gobierno de Buenos Aires por el comisionado del virrey y archivada hoy en Sevilla. El primer padrón consta de treinta nombres correspondientes a otros tantos jefes de familia. Son los pobladores que se radicaron en noviembre de 1781. A estos siguen quince más, avecindados en Santa Lucía desde esa fecha hasta el 9 de junio de 1782, data de la lista.
Al margen de cada nombre figura el número de la chacra y del solar que se repartió a las familias.
Por documento de la Comisión firmado por Eusebio Vidal se procedió a repartir las chacras y solares. Dicho documento establecía [2]:
COMISION — Exmo. Señor. — Señor. — En obedecimiento de la comision a que Vuexelencia se ha dignado destinarme, pase con el Piloto Don Bernardo Tafor a la nueva Poblacion que deve establecerse en el Arroyo de Santa Luzia. y reconociendo prolixamente todo el terreno determine cituarla en lo mas elevado extendiendo hasta donde hallase combeniente lo que manifeste al Dueño del terreno Don Bartolome Mitre, y empezando la medicion de las Quadras que deben formar la Poblacion dandole a cada una ciento y doze varas Quadradas con sus correspondientes calles de a doze varas comprendi en la primera que dista como ochenta del Camino Real, los edificios del referido ~lltre y seguimos hasta la tercera ada el N. E. donde determine cituar la Plaza, por su bello terreno, y la forme con los augulos a los quatro vientos Cardinales dejandole las doze calles que salen de ella arreglado a las leyes, y destine en el frente que esta a N. E. S. 0. corriente media quadra para casa capitular, carcel, y propios de la Villa, y a espaldas de esta señale toda la quadra para Yglesia, Casa de Curas y demas ofizinas que a estas corresponden, y se siguieron midiendo todas las Quadras inmediatas a la Plaza demarcando los solares para cada Poblador que consisten en veinte y ocho varas de frente, y cinquenta y seis de fondo dandole de extension por todos los costados a la Poblacion hasta siete quadras en quadro, y dejandole en el costado o frente ultimo que esta al N. E. aquel desaogo capaz para animales, y demas se Fixo un Mojon en vna Lagunita que enfrenta con la Plaza por aquel costado, y quasi con el horno de hazer ladrillo del mismo Mitre a cuya immediacion queda desde el qual se dirigio una linea marcandola a trechos por el N. N. O. y 5. 5. E. corrientes hasta la ultima Lomita que hay para bajar a vn bañdo que llega hasta el Arroyo del Canelon en donde se puso el ultimo Mojon, y tirando vn Ángulo por el N. E.. 1/4 E. y S. 0. 1/4 0. corrientes hasta encontrar con el camino Real se fixo immediato a este otro por division del terreno que queda por aquella parte para la Poblacion, y el que se le deja al Dueño para Aguada de sus ganados. Luego nos dirigimos al primer Mojon puesto en la Lagunita, y seguimos la perpendilJcular por el rumbo opuesto hasta encontrar con el Arroyo de Santa Luzia a cuya orilla y cerca del paso del soldado junto vna laguna de juncos quedo el ultimo Mojon de aquel extremo quedando aora por de la Poblacion todo el terreno que comprende esta division, y el que circuyen los dos Arroyos desde el paso del Canelon a este Punto. Concluido esto asigne hasta veinte suertes de chacras iguales, a las ya repartidas enfrente de las mismas, y a la mano derecha del Camino Real para lo que hay suficiente terreno, y aun para mas con el que se ha tomado ultimamente de las que reparti a los ultimos Pobladores, y permite las tres vltimas desde el Numero treinta en atención a caer estas en terreno muy humedo dejando entre cada dos las diez varas de camino para carros y Ganados y lo mismo he dejado prevenido para las ya repartidas, y el camino Real que tarnbien divide las vnas de las otras de veinte varas de ancho, Destine igualmente para egido de la villa todo el terreno de los costados y frente de la. Poblacion por la parte del Arroyo de Santa Lucía quedando en este terreno establecidos y Poblados Juan Estevan Perugoria, Jossef Alberde, y Francisco Ycasuriaga el primero cuñado y los otros Yernos del mencionado Mitre a quienes les tenia, cedidas cierta porcion de tierras y considerándoles como Pobladores se les asignaron por cuerte de chacras diez quadras cubicas de a cien varas en el mismo terreno en que estan por tenerlo ya Poblado y Cultivado e igualmente otra suerte de la misma extension al referido Mitre en donde le convenga sin perjuicio de la Poblacion en atencion a las tierras que alli tiene aradas, y por lo que toca a la concesion que Vuexelencia le haze de vna cuadra de terreno en el Pueblo considerando que sus edificios ocupan media y que el la quena en la Plaza, le señale una entera donde estan sus edificios, media con todos los frentes en la plaza en atencion a la media que tiene de derecho ocupada con sus edificios. Señale para pastos comunes todas las tierras sobrantes en los fondos de las chacras comprendiendo el gran Rincon que hay sobre la derecha del paso del Canelon viniendo a Montevideo. Esto practicado junto los Pobladores, y forme nuevo Padron de las cabezas de familias y se hizo el sorteo de los nuevos solares destinados a presencia de todos, lo que finalizado les hize saver que devia hazerse la eleccion de ellos mismos de vn Alcalde quatro Regidores, vn Mayordomo, Alguacil Mayor y escribano cuyos Yndividuos compondrian el cabildo de aquella Villa, que se havia de titular de San Juan Bautista, y en contestacion a vna, lo eligieron tambien por Patron de la Yglesja. Les propuse para cada empleo de los dichos tres sujetos de los mas condecorados para que a
pluralidad de votos quedaran electos los mas idoneos de lo que resulto salir electo Alcalde Don Agustin Ozes de la Guardia, Rejidores Bernardo del Valle, Pedro la Vega, Marzelo Median, y Manuel Albares, para Procurador Ygnaclo Garcia, y Alguacil Mayor Antonio Sanchez los que fueron tomando el lugar que les correspondia, y concluido eligieron por escribano de Cabildo a Antonio Palacios Poblador que esta en Buenos Ayres, si huuiere inconveniente quedaron en nombrar otro para que lo exerza. En este acto me hicieron presente todos los Pobladores que les era impossible seguir sus Labores con solo vn Caballo que se les havia dado, y los dos Bueyes, pues a muchos se les havian huido sin poderlos encontrar por mas diligencias, y otros que existian eran quasi inutiles, tambien me hizieron presente la necesidad que tienen de que Vuexelencia les señales privativo el Monte de Leña, y madera a lo mnos la Orina d los Arroyos que queda a la parte de la Pob1acion y que se digne dar sus providencias para que se les entreguen las semillas que hasta aora carezen de ellas, y que a los nuevos Pobladores que se han aumentado por cazarse con hijas de Pobladores se les muministre para su fomento lo que fuere del agrado de Vuexelencia sin pretender el medio real diario de que los otros en consideracion a haver venido a expensas de Su Magestad disfrutan. A Don Bartholome Mitre entere de lo proveido en su memorial, y hago presente a Vuexelencia que con el terreno que vltimament se le ha tomado por Indispensable para el buen extablecirajento de la Poblacion queda muy reducido y no puede mantener alli el ganado de la Estancia sin grave perjuicio suyo, y el de los vecinos por lo que le considero acreedor a las benignidades de Vuexelencia en cuya noticia, pongo todo lo hasta aqui referido con el nuevo Plan y Padron aumentados para que en su vista se digne Vuexelencia aprobar lo que halle por combeniente confirmando el nombramiento de ofiziales, y señalandoles su jurisdiccion para que sin competencias, puedan administrar justicia, y tenga el deseado efecto la fundacion de esta nueva Villa. Montevideo y Junio nueve de mil setecientos ochenta y dos. — Eusebio Vidal.
PADRON. — Memorial y Padron de las Cavezas de familia que componen la Villa de San Juan Baptista cituada entre el Arroyo del Canelon y Santta Luzia, y el numero de Chacras, y solares que se han repartido hasta la fecha:


Montevideo y junio nueve de mil setecientos ochenta y dos. — Eusevio Vidal.-.
VISTTA FISCAL. — Exelentisimo señor. — El Abogado Fiscal de este Virreynato reconocido este expediente con el informe que antecede, y plano que acompaña el theniente de Dragones Don Eusevio Vidal en calidad de comisionado de esta Superioridad para la plantificacion de la nueva villa titulada San Juan Bautista en las immediaciones del Rio de Santta Luzia Dice: que del aparecen corregidos los defectos notados en el anterior sin que al fiscal se ofresca reparo de consideracion en que se aprueve este vltimo con el repartimiento de sitios chacras etcetera a los respectivos vesinos por el tiempo que fuere la Real voluntad ni la eleccion practicada en el modo possible de Alcalde Regidores y deseas ofisiales de consejo sin perjuicio del beneficio de los ofizios de estos al tiempo combeniente y entendiendose la jurisdiccion civil y criminal concesile a aquel acumulativamente con los jueces ordinarios de esta ciudad por ahora, y mientras que averiguadas exactamente las distancias, y proporciones se determina, y distermina con audiencia de este Procurador el territorio jurisdiccional de la enunciada Villa a cuyo fin el de Nombramiento de Cura, formacon de ordenanzas, y demas atenciones que ecija el mas pronto arreglado establecimiento de esta nueva Poblacion convendria que el Procurador nombrado las representase succesiva y ordenadamente para que evaquadas las principales diligencias con la celeridad posible se diese en primera ocasion quenta a Su Magestad como Vuexelencia siendo servido podra prevenirlo; o determinara sobre todo lo que conduciendo más a los mismos fines tenga mejor lugar en Justicia Montevideo y octubre catorze de mil setezientos ochenta y dos.—Doctor Pacheco.
DECRETO. — Montevideo diez y nueve de mil setecientos ochenta y dos. — Vistas las diligencias de este expediente con el plano últimamente formado que le acompaña del nuevo pueblo titulado villa de San Juan Baptista, el repartimiento de sitios y chacras hecho a sus vezinos la eleccion de Alcalde Regidores, y demas oficios de Consejo, y lo que en su razon expone el Abogado Fiscal se aprueba en todo, y por todo dicho nuevo establecimiento con las demas expresadas incidencias enttendiendose el de los citados oflzios de consejo sin perjuicio de su beneficio a su devido tiempo, y la jurisdiccion del Alcalde Civil y Criminal acumulativamente con los Alcaldes ordinarios de esta Ciudad la que se le concede por aora mientras otra cosa no se determina con la correspondiente audiencia de interesados, y se haga el señalamiento territorial de las respectivas jurisdicciones todo lo que se avise al comisionado de la citada nueva villa para que intimando a su concejo lo que queda determinado disponga que su Procurador agite las demas diligencias de nombramiento de cura, formacion de ordenanzas, y demas conducentes a su total perfeccion, pasandose assimismo copia de este decreto al Governador de esta Plaza para inteligencia de su justicia, y Cabildo. — Vna rubrica. — Sobremonte. — Otra rubrica.
[1] Luis Enrique Azarosa Gil – Crónicas y Linajes de la Gobernación del Plata -Documentos inéditos de los siglos XVII y XVIII – Pag. 42 a 57
[2] Luis Enrique Azarosa Gil – Crónicas y Linajes de la Gobernación del Plata -Archivo general de Indias, Estante 122, Cajón 7, Legajo 27)
Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. [1]
Historia
Es uno de los Archivos más antiguos de España y por la importancia y cantidad de sus fondos es de los más consultados. Custodia la documentación emanada del alto tribunal de Justicia que le da nombre. Este alto tribunal era un colegio de jueces, con registro y sello, que administraba justicia en nombre del rey, con jurisdicción suprema, civil y penal, sobre todos los hombres de las tierras al norte del Tajo.
El origen de este Tribunal está en las Cortes de Toro del año 1371 convocadas por Enrique II de Castilla. Su definitivo asiento en Valladolid, ordenado ya en Las Cortes de Valladolid de los años 1442 y 1447, fue determinado en las Ordenanzas dadas a la Real Audiencia y Chancillería en Medina del Campo en 1489, durante el reinado de los Reyes Católicos.
Estos monarcas establecieron la división de la administración de Justicia en dos demarcaciones: una, al norte del Tajo, bajo la jurisdicción de la Chancillería de Valladolid. La otra Chancillería se estableció definitivamente en Granada en 1505, con distrito desde ese río «á la parte de Andalucía “(primero en Ciudad Real y más tarde en Granada).
El Tribunal de la Real Chancillería permaneció en Valladolid hasta su supresión en 1834. Establecido en Valladolid, los documentos siempre estuvieron en el Edificio de la Real Audiencia y Chancillería. El constante aumento de sus fondos – constituidos únicamente por pleitos – decidió al rey Felipe II a construir, por el año de 1562, un edificio independiente para Archivo que se terminó de construir en 1677 y que fue usado sin interrupción hasta 1972, fecha en que el Archivo estrenó el edificio en el que se encuentra actualmente, en cuya zona de depósito para hacernos una idea hay instalados 20.000 metros lineales de estanterías.
En el año 1.371 el rey Enrique III en las Cortes celebradas en la ciudad de Toro decidió crear un tribunal itinerante que le acompañara en sus frecuentes viajes por toda Castilla, ya que el Monarca no sólo estaba forzado a la lucha contra los moros sino también con su levantisca nobleza. Dicho Tribunal tenía como objetivo solucionar y dictaminar sobre los numerosos pleitos que los nobles entablaban entre sí lo que producía no pocos quebraderos de cabeza a la Corona.
Pasado el tiempo, otro rey, Juan I, dispuso en el año 1.390 que este tribunal fijara su residencia en la Ciudad de Segovia. En el año 1.442 con ocasión de unas Cortes celebradas en Valladolid, el rey Juan II decidió que la Real Chancillería se estableciera ya permanentemente en la ciudad de Valladolid, pero fueron los Reyes Católicos quienes, ya de un modo definitivo, sancionaron dicho establecimiento en la mencionada población. Esto se hizo por el capítulo primero de las Ordenanzas de Medina del Campo de 1.489.
Del interés que los anteriormente citados Monarcas tuvieron en este asunto lo demuestra la organización de la que dotaron a la Chancillería, se estableció que debía disponer de cuatro salas: La del Crimen, de lo Civil, de los Hijosdalgo y de Vizcaya. A través de las Ordenanzas que se conservan en el Archivo de Simancas dadas en Piedrahita a 3 de abril de 1.486 se trazan las siguientes consideraciones: «De las personas asalariadas y del salario que el rey les da para que no cohechen», disponiendo que los funcionarios de la Real Chancillería comenzando por su Presidente, los Oidores, los tres Alcaldes, el Fiscal, el Juez de Vizcaya, y el Procurador y los Abogados de los pobres, así como cuantas personas fueran asalariadas de la Corona, no pueden ausentarse por más de un día de sus deberes «ni tomen ni acepten dádivas», como se ve, todas las anteriores medidas eran bastante sabias y ponían, aunque todavía en forma incipiente las bases para la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Pero como lo que nos interesa es aquello que correspondía a la Sala de los Hijosdalgo, diremos que en los documentos que abarcan desde los últimos años del siglo XV hasta el año 1.834, se registran los pleitos, las probanzas y los expedientes provisionales conteniendo la Sala de los Hijosdalgo más de 1.400 legajos que totalizan más de 30.000 litigios.
Resulta interesante aclarar en que consistían tales pleitos: Por lo general tenían como motivo el haberse incluido al litigante por su respectivo Concejo en el patrón de los pecheros, lo que llevaba consigo la obligación de pagar los tales «pechos» lo que, naturalmente, se negaba a pagar, alegando su condición de hidalgo. ¿Qué era el pecho? [2]
Durante la Baja Edad Media se daba este nombre en Castilla y León a la renta que tenían que pagar los villanos a su señor, y los súbditos no nobles al rey. Naturalmente, el estado de hidalguía eximía del pago de dicho tributo, que quedaba reservado precisamente para aquellos que menos tenían, esto es, labriegos y los llamados villanos, no porque fueran unos malvados, como ahora se entiende, sino por su condición de pobreza.
Por tanto, el hidalgo al que el Concejo de su localidad le incluía en la lista de los pagadores, se llamaba a engaño y de inmediato interponía querella y reclamación en la Real Chancillería. Allí, el Fiscal encargado de estos casos, lo obligaba a presentar la denominada probanza de que efectivamente poseía la condición de hidalgo (Probanza de Hidalguía), así como de la legitimidad y limpieza de su origen. Ésta consistía en demostrar sin la menor duda de que en sus ascendientes no había moro ni judío, esto es, lo que se llamaba limpieza de sangre.
De acuerdo con el Código de don Enrique cuando el hidalgo cambiaba de lugar de residencia, precisaba formular un expediente si quería ser incluido en su nueva residencia en el patrón de los hidalgos, y para ello tenía que recurrir asimismo a la Real Chancillería para que ésta le facilitase el documento preciso que acreditaba su hidalguía a la que se llamaba Cédula de Real provisión. En lo que se refiere a las llamadas probanzas se realizaban «ad pepertuam rei memoriam», con el fin de evitar que desaparecieran las pruebas que posteriormente podría precisar el hidalgo o sus sucesores quedaba otra exigencia de probanza de hidalguía: aquella que se refería al Ingreso en las Órdenes Militares.
Allí, en la Real Chancillería se vieron innumerables peticiones, se examinaron las pruebas, se tomaron declaración a testigos y se amontonaron los legajos de tantas y tantas familias que solicitaban el reconocimiento de su nobleza. Todos estos procesos, si así podemos denominarles, no eran fáciles.
Por ejemplo: determinado hidalgo quería ingresar en una Orden Militar la cual de inmediato le exigía la prueba de su estado noble. Si había cambiado de lugar de vivienda, la cosa se complicaba mucho. Había que comenzar con el procedimiento ya señalado de solicitar de la Real Chancillería el documento que certificase su condición de hidalgo, pidiendo una nueva Real Provisión que, a su vez era preciso presentar ante el consejo de la nueva localidad de residencia la cual despachaba, si había lugar, lo que se denominaba nuevo acuerdo si es que estaba conforme con lo dictaminado por la Real Chancillería. Una vez en posesión de dichas probanzas, el solicitante debía presentarlas ante el Gran Maestre de la Orden Militar en la que deseaba ser admitido y, si era conforme, y no existía obstáculo para su inclusión en la misma.
De todos modos, entre probanzas, pleitos, el estado de pecheros, los catálogos de la Chancillería abarcaban miles de fichas, ya que hay que tener en cuenta las certificaciones de los Reyes de Armas y demás documentos de nobleza aportados como pruebas que generalmente eran extendidos sobre pergaminos o ricas telas, los grandes planos a todo color referentes a lindes de propiedades y el ejemplar, admirablemente conservado del primer censo español, el célebre Becerro de las Beheterias, llamado así por estar encuadernado en una gran piel de becerro.
La Real Chancillería de Valladolid conoció una gran parte de la historia de la nobleza de España y allí se conservó mucho de lo que, más tarde, pasados los años y aún los siglos, fueron las bases y los mejores antecedentes para localizar no pocos detalles sobre los linajes que, de otra forma, hubiera sido casi imposible de determinar.
Repetidas veces se ha dicho que Heráldica e Historia forman dos líneas paralelas que llegan a unirse y que, a veces, para saber de la segunda se hace preciso conocer la primera, y esto es cierto, porque la Historia se encuentra en los escudos grabados en piedra de los viejos caserones. Valga un solo ejemplo la casa reconstruida de Cristóbal Colón, mini copia del Palacio de Santo Domingo de su hijo don Diego. A través del primer escudo que ostentó el Descubridor se entiende y se comprende mucho de lo que fue su gesta, y así, en las biografías de los hombres que han significado algo en la Historia es mucho lo que puede descubrirse en la interpretación de las armas que ostentan en sus blasones. [3].
Los fondos documentales conservan su organización primitiva: Jurisdicción Ordinaria, integrada por pleitos civiles y criminales; Jurisdicción Especial, formada por la Sala de Hijosdalgo, y Sala de Vizcaya, a su vez constituida con la documentación de pleitos civiles y pleitos criminales.
La Sala de Hijosdalgo es una fuente inagotable de informaciones genealógicas, con datos también sobre los repartimientos de impuestos, padrones de los siglos XVI a XIX, etc. La Sala de Vizcaya conserva los pleitos civiles y criminales de dicho señorío.
El estudio de esta documentación no sólo sirve para profundizar en el conocimiento de esta institución judicial y en cómo se impartía justicia, sino también para conocer el sistema bancario, el comercio local e internacional, la incipiente industria textil, las ferrerías de Vizcaya, el derecho de familia (dotes, herencias, bienes gananciales), contenciosos de jurisdicción eclesiástica y civil, conflictos entre el clero secular y regular, mayorazgos, etc.
En general, estos fondos poseen una gran riqueza para la investigación en historia política, social y económica desde finales del siglo XV hasta el siglo XIX [4].
Sala De Hijosdalgo. compren de documentos desde 1507 a 1834. Reúne los pleitos, expedientes y probanzas, originados para probar la Hidalguía de sangre. Deriva de ella la subsección de protocolos que agrupa además de escrituras notariales, padrones de distinción de estados y otros documentos municipales aportados como prueba de hidalguía. Esta sección de pleitos de Hidalguía o Sala de los Hijosdalgo está catalogada en una única serie de 1.453 legajos y clasificada alfabéticamente en más de 30.000 fichas y hay que hacer constar que no todos sus papeles son de hidalguía sino de Hijosdalgo, porque cualquier pleito, de la clase que fuera, en que interviniera un hijodalgo se tramitaba y fallaba por la Sala de Alcaldes de los Hijosdalgo.
Sala De Vizcaya. Comprende documentos desde 1513 a 1835. Son apelaciones civiles y criminales de las Justicias del Señorío de Vizcaya, y juicios en primera instancia para los que viven fuera de él. Esta sección esta compuesta de 1.836 legajos, cada uno de los cuáles contiene de ocho a catorce pleitos de los cuáles los de Hidalguía – Vizcainías -, tienen un catálogo impreso.
Reales Provisiones. Comprende documentos desde 1765 a 1835. Aparecen agrupadas por años y meses, correspondiendo a cada mes su legajo. Son documentos muy parecidos a los anteriores, y como ellos están ordenados cronológicamente. Forman subsección aparte las Reales Provisiones de Vizcainías.
Tal vez no seamos conscientes de la verdadera magnitud de lo que este tipo de Archivos atesoran. Mantienen en silencio gran parte, por no decir toda la historia de nuestros antepasados, de su vida, de sus vicisitudes, y por qué no, parte de la historia del hombre en nuestra tierra.
Es tal la importancia que debe dársele a los mismos, que me pareció interesante compartir una parte de un relato de Estanislao José Salcedo del 31 de mayo de 1906, acerca del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, en cuanto al estado del mismo y a la riqueza de información que ella posee.
Este artículo no hace otra cosa que obligarnos a poner las bardas en remojo, y tomar las medidas necesarias para que esta realidad vivida por Salcedo hace más de 100 años atrás, pueda hacernos tomar conciencia de lo que deberíamos hacer en nuestro país al respecto.
Decía Estanislao José Salcedo, en mayo de 1906, en relación al Archivo de la Real Chancillería de Valladolid:
“Este Archivo, tan copioso en documentos como el rico y visitado de Simancas, es una caudalosa fuente de noticias históricas, porque en el inmenso número de voluminosos legajos que contiene los hay de todas clases. La historia de las familias y sus vicisitudes se ponen de manifiesto en los pleitos que desde el siglo xv sostuvieron, como las vicisitudes también porque han pasado los pueblos, se pueden estudiar en los procesos en que siendo demandantes contra los señores jurisdiccionales alegaban los agravios que de éstos recibieran, ó bien cuando demandados defendían sus franquicias y exenciones. Allí se leen los enlaces de las familias de los próceres y sus diferencias y cuestiones al litigar mayorazgos, reclamar bienes dótales ú ostentar mejor derecho para regir y disfrutar señoríos, honores, preeminencias ó pingües patrimonios.
La antigüedad del tribunal de la Chancillería es grande; pero es mayor aún la de los documentos que en el Archivo se encuentran, á pesar de sensibles pérdidas, mutilaciones y deterioros; privilegios concedidos por los antecesores de Isabel la Católica, fundadora de la Chancillería, cédulas reales de los siglos xiv y xv, instrumentos de más lejana fecha se han encontrado y se encontrarán de seguro á medida que se vayan, por completo, limpiando aquellos amplios salones, aquellos obscuros sótanos y aquellos desvanes tanto tiempo abandonados, que más parecían trasteras de lo inútil que lugar de conservación de lo curioso, de lo importante, de lo que tanta luz puede dar para hacer la historia interna, llamémosla así, documentada, formal de la nación española. Porque en los prolijos procesos aparecen hechos históricos; en sus enfadosos alegatos hablan monasterios, señores, el estado llano, algunas veces los prelados y cabildos; es decir, la representación de la España de los pasados siglos, compuesta de los elementos citados, haciendo valer los derechos que á cada cual competían, uniendo como pruebas los privilegios, los albalás, las cédulas, escrituras de reconocimiento, convenios, fueros, testamentos, todo, en fin, lo que podía robustecer las respectivas alegaciones, presentando planos y vistas detalladas en pintura al óleo de pueblos y heredades, de caminos y caserías, fortalezas y plantíos en gran tamaño y hasta edificios en miniatura con todos sus componentes, que sirvieran para formar juicio exacto de la situación y accidentes de lo litigado, como servidumbres de paso, de luces, de voladizos ó posesión y deslinde de fincas. En qué estado se hallaba el Archivo hace pocos años; cómo se va limpiando y ordenando poco á poco y reseñar una muestra de la clase de documentos curiosos que contiene, según lo poquísimo que se ha examinado hasta la fecha, es el tema del presente trabajo, hecho sin pretensiones ni corrección literaria, como obra de un autor poco perito, de un aficionado á revolver papeles viejos, entusiasta, deseoso de que otras personas, con más aptitud, puedan hacer útil su contenido en escritos más meritorios, practicando antes sus gestiones para que el Gobierno favorezca y haga fácil el examen del Archivo.
El deseo de enterarme de lo contenido en un documento del siglo xn, cuyo original se creía perdido, me condujo un día de diciembre ele 1901 al Real Archivo de la Chancillería de Valladolid, suponiendo que en un pleito sustanciado en 1638 habría sido presentado por una de las partes litigantes en apoyo del derecho que defendía y que en dicho litigio debió quedar testimoniado al desglosarse, como ahora se dice. Enterado de que un antiguo y modesto oficial de la Secretaría de la hoy Audiencia territorial era el custodio de los procesos antiguos, me apresuré á visitarle y exponerle mi deseo. Con gran sorpresa mía empezó por preguntarme, no la fecha exacta de la tramitación del pleito, sino el nombre del escribano que en él intervino; le contesté que lo ignoraba y entonces me hizo entender que era muy difícil la busca, porque no había un catálogo formal, ni por orden de fechas, ni por analogía de asuntos, sino multitud de índices, tantos .corno escribanos de cámara tuvo el Tribunal; que cada escribano al dimitir, ó sus testamentarios si el cese era por fallecimiento, hacían entrega al Archivo de todo lo ante él actuado ó que en su poder tuviese de escribanos anteriores, en el mismo oficio, mezclado y revuelto lo de diferentes fechas y negocios; extendiéndose entonces un índice ó inventario de !a entrega, resultando componer tales índices 6 inventarios sobre 180 tomos; que casi siempre tuvo el Tribunal unas veinte escribanías por la multitud de negocios de que conocía, etc., etc. Comprendido esto, calculé las extraordinarias dificultades que la realización de mi deseo tenía.
Invitado á ver los locales del Archivo, y siendo yo curioso y aficionado á toda clase de antigüedades, sobrándome general mente tiempo para ciertos asuntos de mi particular inclinación, me dispuse á ver el copioso depósito de antiguos documentos, que nunca pensé fuera lo que es, á pesar de imaginármele muy grande y muy vario en escritos antiquísimos.
En la planta baja del enorme caserón, donde hace siglos está instalado el principal tribunal de Valladolid, en un lado de viejo y abandonado claustro del palacio que fue suntuosa mansión de los Vivero, edificio donde se celebraron los desposorios de los Reyes Católicos; vi una puerta sobre la cual en una cartela, labrada en la piedra del muro, leí: «Philipo 2.° Dei gratia, .1562.»
Por esta puerta entramos en un largo, lóbrego, húmedo y sucio pasadizo de dos metros de ancho próximamente, donde almacenados yacían multitud de legajos de época moderna, que allí iban dejando los dependientes de la audiencia desde 1837. Tenía el pasadizo seis ventanas al norte, por las cuales penetraba una luz triste y opaca por estar los alféizares llenos de piedras sueltas y pedazos de ladrillos, lo cual tapaba malamente los huecos que en unos emplomados bastidores dejaron los antiguos vidrios al romperse; algunos de éstos quedaban tan sucios, que más que verse se adivinaba que eran verdosos y desiguales, sin duda de la época de la construcción del Archivo á que el pasadizo conduce; se sentía allí un frío glacial. Como á la mitad de este pasadizo se hallan cuatro grandes escalones y sobre ellos otra puerta, encima de la cual había una larga inscripción donde sólo pude leer, á causa de la obscuridad y del polvo que la cubría, el nombre de Fernando VII y la fecha MDCCCXXVIII, suponiendo yo que era mención de una visita del monarca ó de obras llevadas á cabo en su tiempo. Tras la puerta citada nos encontramos con la continuación del tantas veces citado pasadizo, más alto ya de pavimento, donde en un hueco cuadrangular á la izquierda se desenvolvía la escalera para los pisos superiores; más adelante otra puerta y tras ella empezaba el edificio del Archivo, que resulta completamente aislado del de la antigua Chancillería ó palacio de Vivero y emplazado en la huerta de éste.
Esperaba yo que al llegar á él terminaría la suciedad y el frío que se sentía en el inmundo tránsito recorrido, pero no fue así. Comenzaba el Archivo con una pequeña pieza, separada por un tabique de la nave central del edificio, una especie de recibimiento con luz del Mediodía, penetrando ésta por una gran ventana, que, arrancando desde el suelo, se eleva poco más de dos metros, cerrada exteriormente por fuerte reja, y en el interior por dos gruesas y carcomidas puertas como de balcón, pero sin cristales; el piso estaba cubierto por una viejísima estera ordinaria de incalificable color por la broza que la cubría, con señales de no haber sido barrida en algunas docenas de años. En la pared del frente un estante contenía multitud de libros forrados con pergamino, que supe eran los famosos é indispensables índices, mediana brújula para navegar por aquel mar de legajos. Se me mostró un volumen, en cuyo lomo leí: Villegas, fenecidos en otro: Tabeada, olvidados. Abrí el primero y observé el orden de los asientos, del tenor siguiente: Burgos y Falencia, Don Fulano de Tal con Don Mengano de Cual, nulidad de contrato; otro: Soria y Oviedo, El Marqués de X con el mayorazgo Z> sobre señorío. Algunos ni siquiera mencionan el asunto, solo los nombres ó títulos de los litigantes, y al frente de cada 18 ó 20 asientos, en gruesas letras, la frase Envoltorio número. tantos. Esto era un índice; entonces me convencí más y más de la dificultad para hallar un documento, y así lo expresé á mí acompañante; pero éste me dijo que había mayor dificultad, pues los números de los envoltorios están á veces repetidos, sin decirse dentro de la misma escribanía; para comprobarlo leímos un asiento cualquiera; vimos que decía que el pleito estaba en el envoltorio número tantos, le buscamos, y, examinado, no estaba allí; registrado otro legajo de igual número, tampoco le hallamos; por fin, en un tercero, en cuya cubierta leímos la misma cifra, nos encontramos con el proceso, entre otros de cien años de fecha anterior, y algunos en sesenta años posteriores, y uno era por incompatibilidad de mayorazgos, otro por servidumbre negatoria de pastos, y un tercero instado por cierto cabildo contra el patrono de una fundación por falta de cumplimiento de cargas; un envoltorio, en fin; no podía estar mejor aplicado el nombre. Manifestando mi asombro al ver tantos locales, un pasillo de 40 metros de largo por 4 y pico de ancho, que formaba la nave central y seis salas á derecha é izquierda, que constituían las laterales, separadas por gruesos muros, todo repleto de legajos, me instó mi cicerone á subir al segundo piso, donde con igual frío, porque por todos los ventanales penetraba libremente el viento debido á la carencia de cristales, observé igual distribución, semejantes carcomidas estanterías, hasta el techo cuajadas de pesados envoltorios de dos arrobas de peso cada uno, con una altura de So cm.; y después vi el desván lleno también, revueltos los pleitos con documentos sueltos en papel y en pergamino; me llamó la atención un formidable montón de éstos y examinados ligeramente unos pocos, vi ejecutorias de nobleza, bulas pontificias y privilegios, todo arrugado y húmedo por estar debajo de una copiosa gotera. ¡Cuánta desolación, cuánto abandono, cuánta riqueza, quizá, perdida para la historia!
Descendimos al sótano, aquello era otro almacén de papeles, pergaminos y lienzos; lienzos pintados de grandes dimensiones de 2 m. de ancho por más de uno de altos, donde, como antes he dicho, se veían paisajes de todas clases, que representaban las fincas cuya posesión se controvertía en algún litigio, pero todos sucios, medio podridos, sin los bastidores, arrugados, desprendida la pintura; allí vi una linda casería en miniatura pintada de colores, puertas y ventanas, tejados y hasta las tapias de su cerca, construida de madera, con las delgadas columnas del representado soportal, parecía un juguete y era indudablemente otra prueba tangible de las condiciones de un edificio acerca del cual ó de las servidumbres, que gozaba ó que contra sí tenía, se habrá sustanciado un pleito en remota fecha.
El triste estado de todo; lo inseguro de las anaquelerías; la probabilidad de que las goteras acabarán de podrir los preciosos documentos y el ver que algunos legajos estaban desatados por falta de cuerdas, me hizo, sin duda, prorrumpir en alguna exclamación condenatoria de la decantada civilización del siglo xix ó en alguna espontánea comparación del celo y prudencia del fundador del Archivo con el espíritu de los modernos gobernantes, que en tanto abandono tenían aquello; no lo se, pero recuerdo que el empleado me elijo, corroborando, sin querer, mis exclamaciones: «pero, ¿qué quiere usted que se haga?: la consignación que para gastos de material tiene esta Audiencia es insuficiente, para lo más preciso, hasta para un retejo general; si aquí hacen falta cuatro hombres sólo para tener limpio esto; porque al fin, en los cuatro pisos, suman 2.560 m. superficiales los que hay que barrer, y cinco veces más los que habría que limpiar de polvo y telarañas en las paredes y techos de estas 25 salas, sin sacudir los legajos, empolvados desde Dios sabe cuándo… ¡sí no hay ni cuerdas para reponer las podridas y por eso tengo que dejar, á veces, un legajo suelto, por inservibles las ataduras, que como se ve, están muchas llenas de nudos de empalme; además, yo soy el encargado del Archivo, pero tengo también mi negociado que desempeñar en la Secretaría y sólo bajo para buscar un índice de prisa y corriendo, arriesgándome, como ahora nos arriesgamos los dos, á ser atacados de pulmonía, porque ya observará usted el viento que cruza por estos salones, que á no ser tan pesados los envoltorios, les arrastraría, porque no hay ventana que cierre bien, ni cristal que preserve del frío.» En efecto, yo, á pesar de mi fuerte ropa de abrigo y tener el cuello del paletot alzado, le sentía mucho más intenso que en la calle, porque allí todo eran corrientes. Con tristísima impresión salí de aquellos locales habitados de día sólo por ratones y de noche por éstos y por pájaros errantes, que hacían su dormitorio en las más altas andanas de las estanterías hasta que las garduñas les daban caza, de lo cual vi señales en los arañazos y rasgones de los primeros pliegos de los legajos que ocupaban las esquinas y en menudos pedazos de papel esparcidos por el suelo.
Preveía yo que en los catorce mil voluminosos legajos ó envoltorios de que próximamente consta el Archivo estaba la historia interna de España, porque había visto que para hacer pruebas presentaban los litigantes documentos muy antiguos. Además, en el índice que hojee vi asientos de pleitos de vecinos de Andalucía, que parecía debían de ventilar sus querellas en la Chancillería de Granada, pero pensé que las casas solariegas de la grandeza estaban en la jurisdicción de la de Valladolid, como los más antiguos señoríos, y por eso en Valladolid y no en Granada litigaban; de ahí tanto y tanto pleito, pues por una sencilla operación aritmética pueden calcularse en doscientos ochenta mil los archivados, y en ese inmenso cúmulo de procesos, al ventilarse ciertas cuestiones, se deben de haber presentado documentos curiosísimos, pero hoy es imposible buscarlos; hasta lo poco confortable del local detiene al mayor aficionado: así pensaba yo al salir del Archivo. No me cansé de hablar en todos los tonos de mi visita al mismo; en tertulias de casino, en ratos de expansiva conversación con amigos más ilustrados que yo y en reuniones donde concurrían personalidades que pudieran hacer algo en armonía con mis deseos de que el Archivo citado pudiera ser útil á las familias, á las corporaciones, á España entera. (agrego al mundo entero) Una de mis descripciones y mis lamentos hallaron eco; recuerdo que no mucho después de una conversación en tal sentido me dijo un respetable amigo que acaso tendría pronta enmienda el yerro cometido de tener tanto tiempo olvidado tan rico depósito de documentos; y en efecto, tiempo adelante leí que se trataba de que éste pasara á ser dirigido por el personal del cuerpo de archiveros, con lo cual tuve una satisfacción que contrarrestase el disgusto que recibí cuando le visité por vez primera.
No había pasado un año de tal noticia, cuando fueron nombrados dos laboriosos é inteligentes individuos del benemérito cuerpo aludido que tomaron posesión y empezaron sus trabajos. Esperé que pasara algún tiempo más, aunque me enteré de que estaban solos para todo; que en el presupuesto formado no se incluyó dotación siquiera para un mozo que hiciera la limpieza y ayudara á otras faenas manuales, ni para un escribiente que prestara el servicio de redactar las papeletas para la catalogación; mas la voluntad de los archiveros se sobrepuso á estas contrariedades; á su auxilio acudió el Sr. Presidente de la Audiencia, íntegro funcionario y entusiasta amante de nuestras glorias, que cedió uno de sus dependientes de estrados para que en horas compatibles con sus obligaciones en el Tribunal ayudara á la limpieza; los nuevos custodios del Archivo, aun sacrificando algo de su bolsillo particular para gratificar á dicho mozo, logran que éste preste su servicio en horas extraordinarias, y así el Archivo se iba transformando. Cuando apenas á mi juicio había los celosos archiveros tenido tiempo de hacer limpiar los pavimentos, en lo cual creí que se agotaría la pequeña consignación del presupuesto de este año, fui á visitarle. ¡Qué sorpresa tan agradable! Ya aquel largo, lóbrego y sucio pasadizo, si sigue siendo largo, no aparece lóbrego ni sucio; su piso se ha asfaltado; sus paredes están blanqueadas; sus seis ventanas tienen vidrios nuevos, y como están limpios dan más que suficiente claridad; la inscripción de que no pude leer más que el nombre de Fernando VII y el año 1828 es perfectamente legible, manifestando que siendo regente el Sr. Parra y por orden de Fernando VII se hicieron algunos reparos en el Archivo, los cuales eran necesarios «por »los desperfectos sufridos á consecuencia de las calamidades de »los tiempos». El antiguo recibimiento se ha convertido en un confortable despachito provisional para el público; la antigua y sucia mesa ha sido sustituida por dos nuevas y elegantes imitando el estilo de la época de Felipe II. En lugar del feo y roto sillón cubierto de badana rasgada, hay dos sillones de cuero, obra de una buena ebanistería. La gran ventana tiene cristales; la puerta de entrada, pesada y caída de goznes, es hoy una cancela de doble efecto y grandes lunas. Ya el frío no tiene su asiento en el local; ya el viento no penetra moviendo las telarañas, que han desaparecido. La vieja estantería, donde estaban algunos índices, convenientemente pintada, contiene 187 tomos y cuadernos de éstos y los de registros de sentencias encontrados hasta ahora. Otra anaquelería, completamente nueva y de bonito corte, está ocupada con legajos regulares nuevamente formados y encarpetados con la signatura correspondiente. Allí se han colocado algunas, bastantes, ejecutorias de hidalguía, encuadernadas en pergamino ó en sedoso terciopelo, halladas en los rincones ó detrás de los estantes. ¡Lástima que aparezcan la inmensa mayoría inutilizadas, cortados los escudos de armas y las hojas de encabezamiento, que solían tener bellas miniaturas polícromas y alguna hasta en las letras iniciales! ¡Salvaje afán de destrucción inspirado acaso por miserable y sórdido espíritu de lucro! Una de ellas, que conserva algunas miniadas, da una prueba de la pericia de los artistas de este ramo del siglo xvii tiene letras en cuyo interior hay preciosos paisajes, sentidísimas marinas, ricas en colorido, que revelan un genio extraordinario; parece que fue quedada para muestra de lo que la rapiña sustrajo; los sellos pendientes también han desaparecido, quedando sólo los cordones de seda cortados. Una de las salas, la llamada de hijosdalgo ó de ejecutorias, presenta recompuestas las viejas estanterías, regularizados los espacios de los entrepaños, habiéndose aumentado éstos desde 5 que tenía hasta 15 que cuenta hoy, y es buen ejemplo de cómo deben quedar reformadas las restantes. En ella se van colocando en 3.000 legajos de tamaño regular, manuable, los 600 y tantos ti enormes que antes tenía. El estado en que vi ya el Archivo me animó á frecuentarle, ateniéndome á las prescripciones reglamentarias, para ver si examinando los dichosos y confusos índices lograba hallar en ellos algo que me sirviera para ciertos estudios históricos; y en efecto, registrando algunos legajos, citados en dichos inventarios, algo que me sirva he hallado, pero he visto otra dificultad: que en los legajos no aparece á veces el pleito que el índice cita; ha pasado á otro legajo sin saberse cuál, porque al desatar, antes de ahora, Dios sabe cuándo, y romperse la cuerda, al hacer en ésta nudos quedaba más corta, no abarcaba todo el envoltorio y se extraían de él alguno ó algunos pleitos y se enlegajaban en otro que tenía cordel suficiente. ¡Cuánto trastorno ocasiona todo esto y por unos céntimos! En pago de tales contrariedades he visto otras joyas históricas en el Archivo que han escapado á la rapacidad salvaje y codiciosa de que el mismo ha sido víctima. Aparte del famoso libro becerro ó de las behetrías de Castilla, formado por orden del Rey D. Pedro, ejemplar que si no es el original al menos será una copia coetánea, aunque sin firmas, en pergamino, encuadernado en piel y madera con grandes clavos, he tenido en mis manos ó ante mis ojos los siguientes curiosos documentos: El cuaderno de las Leyes de Toro, precedidas de la Real cédula para su observancia ó comprendidas, mejor dicho, dentro de ella, firmado por el Rey regente D. Fernando el Católico y por el «secretario» de la Reina nuestra señora «Gaspar de Tridos », con fecha 7 de Marzo de 1505, que es la que señalan los historiadores de los Códigos españoles; en el mismo cuaderno y en la primer hoja de las guardas se lee el acta de haberse recibido por la Chancillería con carta del Rey regente y de quedar enterados los oidores, de ordenar la publicación por pregones en «la boca de la costanilla», lugar acostumbrado, y de haberse verificado así, autorizando todo las correspondientes firmas. Está el documento en pergamino, faltando el sello.
Una Cédula de D. Juan I de Castilla, en Medina del Campo á 5 de octubre de 138^, con sello de lacre sobre reconocimiento de la jurisdicción del lugar de Lon que contradecían los alcaldes de tierra de Liébana, Potes y Val de abajo.
Un privilegio de Alfonso VIII de Castilla concediendo al Monasterio de Aguilar de Campoó los derechos de diezmos y otras regalías, fecha en 1198 (Era 12 36), con sello pendiente. Etc ..etc ..etc……..
Por el anterior mosaico, y permítaseme la palabra, de curiosos documentos se puede formar idea de lo que es el Archivo de la antigua Chancillería de Valladolid.
Si en el poquísimo tiempo que ha estado regido por inteligentes directores, sin haberse podido limpiar aún el polvo más que por el exterior de los legajos y en el piso han bastado unos pocos días para tropezar, mejor dicho para venirse á las manos muchos documentos tan preciosos como, los citados, tan varios en su contenido y tan interesantes, si la impericia del autor de estas líneas habrá de seguro sido causa de que se hayan escapado á su conocimiento otros de tanto valor, por la prisa, por la falta de costumbre, «¿cuánto y cuánto no quedará por hallar en el mare magnum de envoltorios en el fondo de los estantes, en los montones de lo abandonado’ por podrido?
Confieso que he pasado horas entretenidas en el Archivo. No me despido de pasar, Dios mediante, otras tan agradables, porque allí hay mucho que aprender; allí de seguro está, como al principio dije, la historia interna de España. Allí hay tanto como en Simancas, pero hay más de lo desconocido, de lo no sospechado siquiera.
Allí hace falta practicar algunas obras; se necesita también personal auxiliar, escribientes para que ayuden á catalogar en la forma que los archiveros dicten (éstos tienen lo bastante con leer los encabezamientos y final de los documentos); son precisos mozos de fuerza para el trabajo material de bajar y subir los pesados legajos, y para todo esto es indispensable incluir en los presupuestos y aprovechar de los vigentes todos los recursos que se pueda. Todas estas necesidades debe reconocerlas el Ministro del ramo, el Gobierno todo y la opinión pública para que no reciba mal la orden de destino de cantidades para tal fin.
Cerca del Ministro y del Gobierno puede trabajar la Real Academia de la Historia, y para preparar la opinión ya se sabe que nadie como la Prensa, Para esto ha consagrado el firmante los ratos que supone la redacción de este trabajo incorrecto, retóricamente examinado porque no ha querido hacer alardes, en él imposibles, de buen literato, sino llamar la atención acerca del rico é ignorado Archivo con el fin de tener la satisfacción de verle atendido y en situación de ser útil para las familias, las corporaciones y la Patria»
«iQuién sabe si en los empolvados envoltorios, custodiados en el histórico edificio que Felipe II mandó construir, estará la luz que disipe la obscuridad en que aparecen algunos anos de la historia de la reconquista? [5]
Valladolid, 31 de Mayo .de 1906,
ESTANISLAO JOSÉ DE SALCEDO.
Si llegaron hasta aquí es que leyeron el extenso relato de Estanislao José de Salcedo. Espero que hayan entendido la magnitud del problema, si esto sucediera en alguno de nuestros archivos, ya sean éstos estatales o eclesiásticos.
[1] Sitio: Heráldica.com: http://www.heraldaria.com/hidalguia.php * Bibliografía utilizada VV.AA Apuntes de Nobiliaria y nociones de Genealogía y Heráldica. Madrid. Instituto Luis de Salazar y Castro, Ediciones Hidalguía, 1984. * Hidalguía, La Revista de Genealogía, nobleza y armas, Madrid, Ediciones Hidalguía, 1973-1974.
Información obtenida del FORUM Español de Genealogía y Heráldica. http://www.geocities.com/Heartland/Park/3785/fondos1.html
[2] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: (De pactum, pacto). Tributo que se pagaba al rey o señor territorial por razón de los bienes o haciendas.
[3] Fuente: Editorial F&G S.A. – Enyce P° de la Habana 151, Madrid España
http://www.dieminger.com/genealogy/details/Heraldica_12.html
[4] Centro Virtual Cervantes. – Archivos Estatales. – http://cvc.cervantes.es/obref/arnac/valladolid/
[5] BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA.- Pag 268 – 278 * ARCHIVO DE LA CHANCILLERÍA DE VALLADOLID
